"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

jueves, 15 de agosto de 2013

El Arrepentimiento Bíblico

El Arrepentimiento Bíblico

Hay diferentes ideas en nuestros días acerca de lo que es el “arrepentimiento”.  
Pero ¿están ellas basadas en lo que las Escrituras enseñan? (2 Timoteo 3:16-17)?  ¿Es meramente un cambio de mente o hay mucho más involucrado en ello? Vamos a mirar a algunas de las más claras y más precisas definiciones bíblicas del arrepentimiento, comenzando con la enseñanza de Jesús acerca de Jonás y los ninivitas: Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio contra esta generación, y la condenarán;  porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar (Mateo 12:41). Para averiguar exactamente lo que Jesús quiso decir cuando dijo:  “se arrepintieron”, vamos a revisar el recuento al cual se está refiriendo: Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos.  Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza.  
E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey  y de sus grandes, diciendo:  Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna;  no se les dé alimento, ni beban agua;  sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente;  y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos.  ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?  Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino;  y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo (Jonás 3:5-10). 
Los ninivitas se humillaron y clamaron fuertemente a Dios, convirtiéndose cada uno de su mal camino.  Según la autoridad final, esto constituye el “arrepentimiento”,  a diferencia de lo que algunos en nuestros días equivocadamente quieren que nosotros creamos – un simple “cambio de mente”. 

El Ejemplo del Hijo Pródigo 

Otro buen ejemplo de arrepentimiento es la enseñanza de Jesús acerca del hijo pródigo: Y volviendo en sí, dijo:  ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!  Me levantaré e iré a mi padre, y le diré:  Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.  Ya no soy digno de ser llamado tu hijo;  hazme como a uno de tus jornaleros.  Y levantándose, vino a su padre ...  el hijo le dijo:  Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo (Lucas 15:17-21).  Jesús declaró que la humildad del pródigo, su compunción, reconocimiento del pecado y regreso a su Padre, hicieron que el volviera de nuevo a la vida de su estado espiritual de muerte y perdición: Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido;  se había perdido, y es hallado.  Y comenzaron a regocijarse (Lucas 15:24).   Esto es obviamente muerte y vida espirituales, ya que el pródigo no fue afectado físicamente por esta muerte. ¿Cuán Importante es Arrepentirse? Pedro enseñó que el arrepentimiento es el remedio para la muerte:  El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9).  No solamente fue el arrepentimiento el mensaje de Juan el Bautista (Mat. 3:1,2), sino que Jesús continuó el mensaje de Juan después que éste fue aprisionado.  No hay mayor sanidad en el mensaje de uno que cuando está respaldado por el mensaje del propio Señor:  Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea ...  Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir:  Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado  (Mat. 4:12,17). 

Otros Ejemplos Bíblicos

 El arrepentimiento de David después de su adulterio y asesinato incluyó el reconocimiento de su pecado (2 Samuel 12:13).  Observe su oración sincera y de corazón en el Salmo 51. Por otro lado, Saúl estaba más preocupado de ser honrado delante del pueblo que de mostrar verdadera humildad con respecto a su desobediencia:  Y él dijo:  Yo he pecado;  pero te ruego que me honres delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel,  y vuelvas conmigo para que adore a Jehová tu Dios (1 Samuel 15:30).  La reacción de Pedro hacia su propio pecado (negar a Jesús tres veces) fue el llanto amargo: Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro;  y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho:  Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.  Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente (Lucas 22:61,62).  ¡Cuán sabio es seguir el consejo de Santiago, que predicó el verdadero arrepentimiento que, a propósito, refuta el punto de vista sobre el avivamiento en el  movimiento de la “risa santa”: Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros.  Pecadores, limpiad las manos;  y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.  Afligíos, y lamentad, y llorad.  Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza.  Humillaos delante del Señor, y él os exaltará (Santiago 4:8-10). 

Perdón Condicional

 Muchos maestros populares en nuestros días erróneamente proclaman que todos los pecados de los cristianos – pasados, presentes y futuros – han sido ya perdonados.   En contraste, la Biblia cita condiciones para ser perdonados después que se ha experimentado la verdadera regeneración: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9).  El Apóstol Juan – que era salvo – se incluía a sí mismo aquí usando el pronombre “nosotros”.  Esta confesión de pecados a Dios debe estar también combinada con la voluntariedad de renunciar a esos pecados:  El que encubre sus pecados no prosperará;  mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia (Proverbios 28:13).   El Señor Jesús dio otro condición relevante para recibir el perdón, de la que pocos en nuestros días tienen deseos de predicar: Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial.  Mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre celestial os perdonará vuestras ofensas (Mateo 6:14,15).  Jesús está dirigiendo su enseñanza a sus propios discípulos que vinieron a El (5:1,2).  Observe también en Mateo 6:14,15 que Jesús les dijo que “vuestro Padre” no os perdonará vuestras ofensas si vosotros no perdonáis a los hombres sus ofensas.  El no puede estar hablando a gente no salvada ya que ellos no tendrían a Dios como su Padre espiritual. El Rey David escribió, “Bienaventurado aquél cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado” (Salmo 32:1) y dijo cómo él había obtenido el perdón: Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad.  Dije:  Confesaré mis transgresiones a Jehová, y tú perdonaste la maldad de mi pecado (Salmo 32:5).   El perdón no viene en forma automática, como se evidenció en el versículo precedente.  David tuvo que hacer algo para obtener este perdón.  Quizás Juan tenía este versículo y otros similares en mente cuando escribió 1 Juan 1:9. 

El consejo del Dios Soberano a través de Isaías fue:

 Lavaos y limpiaos;  quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos;  dejad de hacer lo malo;  aprended a hacer el bien;  buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda.  Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta:  si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos;  si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana (Isaías 1:16-18).   Dios es compasivo y misericordioso, no queriendo que ninguno se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9) pero nosotros debemos hacer nuestra parte según está registrada en las Santas Escrituras.  La Biblia no enseña que los cristianos están ya perdonados aun antes de que sus pecados futuros sean cometidos.  No deje que los falsos maestros de nuestros días lo engañen.  Presten atención al mensaje de la Escrituras: 

El Verdadero Arrepentimiento produce “Fruto” 

En el momento del arrepentimiento y de la salvación inicial, pasamos de muerte a vida (1 Juan 3:14), de las tinieblas a la luz (Hechos 26:18, Efesios 5:8, 1 Pedro 2:9), y del poder de Satanás a Dios (Hechos 26:18).  Pero esto no acaba aquí.  Juan el Bautista dio su entendimiento inspirado por el Espíritu Santo en cuanto a lo que Dios requiere del arrepentimiento, en Lucas 3:8-14: Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento.  Y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos:  Tenemos a Abraham por padre;  porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.  Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles;  por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego.  Y la gente le preguntaba, diciendo:  Entonces, ¿Qué haremos?  Y respondiendo, les dijo:  El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene;  y el que tiene qué comer, haga lo mismo.  Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron:  Maestro, ¿qué haremos?  El les dijo:  No exijáis más de lo que os está ordenado.  También le preguntaron unos soldados, diciendo:  Y nosotros, ¿qué haremos?  Y les dijo:  No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis;  y contentaos con vuestro salario.     Observe la responsabilidad humana involucrada.  ¿Estaba Juan enseñando una salvación por medio de “obras”?  De ningún modo.  El padre de Juan, Zacarías, profetizó acerca de él bajo la inspiración del Espíritu Santo (Lucas 1:67) que Juan daba al “pueblo de Dios conocimiento de salvación para perdón de sus pecados”,  V. 77.  Aunque algunos pudieran reclamar equivocadamente que Juan enseñaba la “ley” y las “obras” del Antiguo Testamento, ¡Dios dio el conocimiento de la salvación a través de él! La enseñanza de Jesús acerca de los justos fue muy similar e incluía acción de la parte de los redimidos o  los “benditos”: Entonces el Rey dirá a los de su derecha:  Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.  Porque tuve hambre, y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis de beber;  fui forastero, y me recogisteis;  estuve desnudo, y me cubristeis;  enfermo, y me visitasteis;  en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mateo 25:34-36).   Jesús enseñó, “Esforzaos a entrar por la puerta angosta;  porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán” (Lucas 13:24).  Pero “la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17). Aunque esto está en conflicto con el falso mensaje de “gracia” de hoy en día, ésta es la verdadera gracia Bíblica del Dios Todopoderoso.  Escoja a quién creer – al que tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mateo 28:18) o a los impíos convertidores de la gracia de hoy (Judas 3,4). 

El Verdadero Arrepentimiento Incluye Dolor Santo y Vergüenza 

El verdadero arrepentimiento también se manifiesta en dolor, vergüenza por aquellos actos pecaminosos cometidos y en un deseo ferviente de hacer las cosas correctamente: Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia.  ¿Pero qué fruto tenías de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis?  Porque el fin de ellas es muerte.  Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna (Romanos 6:20-22).   Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse;  pero la tristeza del mundo produce muerte.  Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación!  En todo os habéis mostrado limpios en el asunto (2 Corintios 7:10,11).   Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;  al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios (Salmo 51:17).  Por otro lado, los impíos están vacíos del temor de Dios y el dolor que lleva a la salvación: La iniquidad del impío me dice al corazón:  No hay temor de dios delante de sus ojos.  Se lisonjea, por tanto, en sus propios ojos, de que su iniquidad no será hallada y aborrecida (Salmo 36:1,2).   Un buen punto clave de la condición de su corazón, entonces, es:  ¿Teme usted a Dios y aborrece su pecado, o está usted entre los impíos anteriormente descritos? 


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