"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

jueves, 5 de septiembre de 2013

Cristianas y Bellas

Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Esta sí que tiene mucho valor delante de Dios. 1 Pedro 3: 4

Dios nos hace un llamado a la prudencia, a la castidad y a la pureza. Estas virtudes harán de nosotras mujeres bellas, no solamente por dentro, sino también externamente. Cuando Dios, por medio del apóstol Pedro, dijo: «Que la belleza de ustedes no sea la externa, que consiste en adornos tales como peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos» (1 Ped. 3: 3), no lo dijo porque le desagradara el arreglo personal externo de las mujeres, sino que concedía mayor importancia al atavío interno, que se manifiesta en nuestras palabras y acciones.
Cuando el atuendo interno, consistente en virtudes como la bondad, la generosidad, la pureza o la castidad, forme parte de nuestro estilo de vida, se verá manifestado incluso en nuestra apariencia personal. Las mujeres virtuosas hemos de ser pulcras, vestimos con buen gusto y con sobriedad, pues así nos reconocerán como representantes de Dios en este planeta.
Es cuestión de prioridades. Quienes nos concentremos en el atavío externo, en vez del interno, correremos el peligro de convertirnos en mujeres «huecas»; es decir, vacías y sin propósitos. Manadas por las cosas materiales, podemos perder de vista las celestiales, que son las que darán vigor a nuestra vida física, emocional y espiritual. Por otro lado, quienes cuidemos el atavío de la mente y el corazón, veremos asimismo coronada nuestra vida con la belleza externa.
Dios desea que seamos hermosas por dentro y también por fuera. Corrernos un grave peligro cuando estimamos la belleza de una mujer únicamente al tomar en cuenta factores externos. Por ende, alguien que esté adornado en su interior con las virtudes eternas, tendrá igualmente una apariencia agradable que no pasará desapercibida.
Amiga, no juzguemos la belleza sobre la base de la forma o apariencia, sino del fondo o contenido de nuestras vidas, de manera que cuando la belleza física externa disminuya, sigamos siendo mujeres bellas en nuestro interior. No rindamos culto al cuerpo, sino que más bien rindamos culto y adoración a Dios por la forma maravillosa en que nos ha creado.

Tomado de: Meditaciones Matinales para Damas 2013
“Aliento para cada día”
Por: Erna Alvarado

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