"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

jueves, 5 de septiembre de 2013

Pecado Imperdonable

Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados (Hebreos 10: 26).

Este es uno de los versículos más duros de la Biblia. ¿Quiere decir que aquellos que pecan después de conocer la verdad no tienen perdón? No. Dios nos ha pedido que perdonemos a otros setenta veces siete y, por supuesto, él está dispuesto a perdonarnos más que eso (lee Hech. 5: 31). De hecho, en la Biblia encontramos muchos ejemplos de esto (Adán, Noé, Abraham, Moisés, Pedro y otros).
El pasaje de hoy se refiere a un pecado específico. Se lo describe como «pisotear al Hijo de Dios», «profanar la sangre del pacto» e «insultar al Espíritu de la gracia» (lee Heb. 10: 29). ¿En qué consiste este pecado?
«Pisotear al Hijo de Dios» es una expresión muy significativa. Pisotear a una persona era una imagen común para referirse a la derrota y subyugación absoluta de los enemigos por parte de un monarca (2 Sam. 22: 39; Sal. 18: 36, 38; 47: 3). Esto fue lo que hizo Josué con los cinco reyes cananeos a los que derrotó (Jos. 10: 24,25) y lo que Dios promete hacer, en favor nuestro, con Satanás (Rom. 16: 20). Pisotear al Hijo de Dios implica que el pecador considera a Jesús un enemigo a quien debe subyugar.
«Profanar la sangre del pacto» significa considerar que la sangre de Cristo no es un elemento que limpia nuestros pecados, sino que nos contamina. La Biblia dice que la sangre de Cristo limpia nuestros pecados (Heb. 9: 14), pero el ofensor considera que debe evitarla como si fuera lepra.
Finalmente, el ofensor «insulta al Espíritu de la gracia». El Espíritu Santo es el agente de la gracia de Dios Y de su misericordia, pero este ofensor lo rechaza y lo insulta. Hay aquí un elemento de insolencia y arrogancia que invita el juicio de Dios.
¿Te das cuenta? Esta ofensa no es resultado de la ignorancia, sino el acto decidido de destruir totalmente la relación con Dios. La única manera de ser salvos es por medio de la fe en el sacrificio de Cristo Jesús (Hech. 4: 12) y la aceptación del ministerio del Espíritu Santo en favor nuestro (Efe. 4: 30). Pero si rechazas totalmente estos medios, ¿qué otro te queda para salvarte? Ninguno.
Te invito a que hoy confirmes tu fe en Cristo Jesús y te sometas al liderazgo del Espíritu Santo. Ese es el camino de la salvación. El asunto es urgente y muy serio. Pronto ya no quedarán oportunidades.

 Tomado de: Meditaciones Matinales para Jóvenes 2013
“¿Sabías qué…?”
Por: Félix H. Cortéz

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