"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

viernes, 27 de septiembre de 2013

¡Siempre Hay demasiado por Hacer!

¿Qué gana el hombre con todos sus esfuerzos y con tanto preocuparse y afanarse bajo el sol?
Todos sus días están plagados de sufrimientos y tareas frustrantes, y ni siquiera de noche descansa su mente. (Eclesiastés 2:22-23)
Con cuánta frecuencia he escuchado a mis amigas decir: “¡Tengo tanto que hacer!” Y no son menos las veces que yo misma lo he dicho. Parece ser que muchas, bajo un falso concepto de productividad, creemos que no nos merecemos momentos de descanso y que siempre debemos estar ocupadas. Solamente cuando hacemos algo sentimos que somos productivas.
Tanto el ocio como la enajenación laboral son dos extremos que debemos evitar.
Perder el tiempo sin hacer nada, o haciendo cosas que para nada sirven, es irresponsable, pero recargarnos de trabajo es un mal hábito que puede acarrear consecuencias desastrosas. Es cierto, las actividades de la mujer en el hogar son múltiples y de diferente Índole. De la cocina, donde preparamos los alimentos de la familia, nos trasladamos a la sala de estudio en la que asesoramos a los hijos con los deberes escolares; luego quizá debamos pagar cuentas, ir de compras, recoger a los niños en la escuela y de paso llevar a un amiguito de nuestros hijos a su casa…
El día concluye ¡pero también acaba con nosotras! El cansancio extremo es peligroso. Se agota nuestra resistencia a la frustración y cualquier incidente, por simple que sea, nos irrita y nos molesta a tal grado, que no somos capaces de controlar nuestros impulsos.
Hoy es un buen día para que pongas atención a las señales que tu cuerpo y tu mente con seguridad te envían. Si con frecuencia te sientes al borde de un ataque de nervios, haz una pausa, reorganiza tus prioridades y vuelve a plantear tus objetivos como ama de casa, madre y esposa. No permitas que las personas que viven contigo sean los receptores de tu ansiedad y mal humor.
Amiga, puedes seguir el ejemplo de Marta. Ocúpate con pasión de tus deberes de ama de casa, pero al mismo tiempo imita la prudente actitud de María; ¡siéntate a los pies de tu Maestro y descansa! Permite que la Marta que llevas en tu interior busque con afán la productividad, pero también deja que la María que vive dentro de ti recueste su cabeza en el regazo de Cristo Jesús. ¡Un maravilloso equilibrio!
¿No crees que tú también deberías disfrutarlo?

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