"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

domingo, 6 de octubre de 2013

Experimentando La Paz del Señor

Que el Señor de paz les conceda su paz siempre y en todas las circunstancias.
El Señor sea con todos ustedes. 2 Tesalonicenses 3:16
La paz parece ser una virtud que se ha ido extinguiendo poco a poco de nuestra sociedad, para dar paso a la discordia, la violencia, la guerra… Esta ausencia de paz hace que muchas personas se vuelvan irritables, contenciosas, intolerantes, agresivas, violentas física y verbalmente, y sobre todo desconfiadas de todo y de todos, incluso de Dios. En realidad, la mal llamada paz que se disfruta en este planeta se cubre a diario de la sangre de muchos inocentes. En medio de esta triste situación, la vida nos arrebata por momentos la capacidad de disculpar a los demás y de perdonar.
Hoy deseo hablar de la paz individual, esa que se nutre del amor de Dios y se manifiesta en la intimidad de nuestros pensamientos. La paz que nos provee tranquilidad al realizar nuestras faenas personales. La que nos permite disfrutar de un sueño tranquilo y reparador. Aquella que nos transforma en personas ecuánimes cuando todos los demás se irritan y se violentan. Esta es la paz de Dios, la misma que su hijo Jesucristo describió cuando dijo en los momentos más angustiantes de su vida: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Luc. 23:34).
Hoy te quiero recordar a ti, madre y esposa que estás inmersa en las faenas del hogar, que tú también puedes disfrutar de esa paz que surge de una relación íntima con Dios. La paz de Dios asimismo se enseña a los hijos cuando, con un espíritu reposado, podemos hacer frente a la rebeldía de alguno de ellos cuando no sabe por dónde ir. Se hace real también cuando las madres abrumadas por un sinfín de ocupaciones tenemos que dejar todo a un lado para acunar en los brazos al bebé que llora, o para consolar a los que no son tan pequeños prodigándoles el cálido toque del amor de madre.
Amiga, si anhelas esa paz, antes de iniciar tus labores de este día, inclínate y pide al Señor que te la conceda en forma abundante. Su promesa para ti en este día es: “Presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. 4:7).

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