"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

lunes, 16 de junio de 2014

Mi Médico de cabecera

“Mientras él les decía estas cosas, vino un hombre principal y se postró ante él, diciendo: Mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá”. Mateo 9:18.

Era el 1 de octubre de 2011 y mi pequeña Ariana Sarahí, de tres años, acusaba una fiebre de 39°C. Ella tiene rinitis alérgica, por eso la fiebre era preocupante. Le dimos el medicamento acostumbrado, pero la fiebre no bajaba. Recordé que en una ocasión anterior una médica nos había recomendado otro medicamento, así que fui a la farmacia y lo compré. Al instante, sentí algo en mi corazón, una inquietud, una angustia que no puedo describir. Leí las indicaciones en el prospecto y cuando llegué a casa, abrí la Biblia y oré. No sabía bien qué me pasaba ni por qué. Entonces, escuché claramente una voz que me dijo: “¡No, no!” Decidí no darle el medicamento a mi pequeña. Al día siguiente, escuchando las noticias cotidianas, me quedé helada: habían quitado del mercado farmacéutico el medicamento que yo había comprado por las complicaciones que ocasionaba en niños menores de doce años, ¡para los cuales estaba totalmente contraindicado!

Como padres, a veces nos desesperamos al ver a nuestros hijos enfermos y clamamos a Dios que los sane; pedimos por su salud física y nos olvidamos de su salud espiritual. Al leer la historia de Jairo comprendí que por amor a nuestros hijos debemos pedir primero salvación y luego sanación. Dios es nuestro médico. Debemos pedirle con fe y él dará a nuestros hijos no solo salud sino también bienestar espiritual.

La mejor educación que podemos darles a nuestros hijos es mediante el ejemplo. Entonces, hagamos como Jairo: Primeramente busquemos a Dios (“vino un hombre principal”). Luego, postrémonos a sus pies (“se postró ante él”). Finalmente, roguémosle que ponga sus manos sobre nuestros hijos (“pon tu mano sobre ella, y vivirá”). De ese modo recuperarán la salud y serán salvos.

Querida amiga, cuando tus hijos enfermen, acude primeramente al gran Médico, y sigue atentamente su consejo. Él guiará al profesional, el tratamiento, los medicamentos, los tiempos, porque él sabe lo que es mejor para sus hijos, y especialmente para los más pequeños.

Mónica P. Toaquiza Villagómez de Santa Cruz, Ecuador

DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014

DE MUJER A MUJER



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