"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

martes, 16 de septiembre de 2014

Volví a la vida

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? Vosotros sois la luz del mundo”. Mateo 5:13, 14.

Corría 1972 cuando el médico entró en mi habitación del hospital para decirme que tenía cáncer de mama. Reaccioné con desesperación, corrí a la ventana aterrorizada y lloré con la cabeza entre las manos. En ese momento me encontraba sola. Mi esposo no había llegado aún, mi madre estaba en camino y mis hijos estaban estudiando.

Yo quería vivir para mi familia, para seguir ayudando a mi esposo a administrar la granja de aves y los campos sembrados que teníamos. Quería vivir para cumplir mis proyectos de vida y el propósito que Dios tenía para mí. Quería vivir porque era joven y deseaba seguir sirviendo. Todos mis sueños se desvanecían. Había vivido para ver crecer a mis hijos y ahora los imaginaba tristes, desolados, huérfanos, y esto me aterraba.

Llegó el día cuando me extirparon el tumor maligno, el pecho y varios ganglios. Afortunadamente, estos no habían comprometido el torrente sanguíneo y estaba, por el momento, fuera de peligro. Me prescribieron una vida tranquila, lejos del esfuerzo y de cualquier preocupación. Estaba tan angustiada que el sueño se me iba por las noches y oraba hasta el amanecer. Le pedí a Dios que me abriera otros caminos para concretar mis proyectos, y me dejara vivir junto a mi familia.

Una madrugada empecé a llorar desesperadamente. Oraba aferrándome a Dios, mi sostén y fortaleza. De repente, todo mi cuerpo se contrajo y comencé a temblar. En mi mente retumbó una voz sonora de hombre maduro que me dijo: “No llores más, el mal te lo he sacado de raíz”. Esa voz llenó mi vida y mi habitación y me trajo paz y alegría. Cuando vino mi mamá le conté lo que me había ocurrido y ella me dijo: “Hijita, esa fue la voz de Dios”. Desde ese día nunca más lloré. Viví para alabar a mi Dios y servirlo con amor. Hoy tengo casi noventa años, y soy feliz haciendo la obra que el Señor me encomendó.

Amiga, todo mal entregado al Señor es “sacado de raíz” si confiamos en él. Bajo su dirección nuestra vida es luz para los que viven en oscuridad y sal para los que viven insípidamente. Vivamos por fe en Cristo para alabarlo y glorificarlo.

Rosa del Pilar Beltrán de Calle, Perú

DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014

DE MUJER A MUJER

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