"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

lunes, 24 de noviembre de 2014

La mujer cananea

Él le respondió: “No está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros”. “Sí, Señor; pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. Mateo 15:26, 27.

Historia extraña. Cristo, el amante Salvador de la humanidad, le dice –sin demasiadas ceremonias– a una pobre, pagana y desesperada mujer que ella (y su raza) son unos perros. Tenemos un problema.

Hasta este momento en su ministerio, Cristo ya había entrado en contacto con gentiles, a quienes había bendecido. El caso más claro es el del centurión romano. La diferencia está en que ese gentil estaba en territorio de Israel.

Cuando los discípulos salieron en su gira misionera, quedaron –por expresa orden del Maestro– en las ciudades del territorio judío. El universo de los gentiles era un espacio no visitado. En la mente de los discípulos, ese no-contacto con los otros, era natural, básico, lógico.

Cristo sale del territorio de Israel. Era el momento de demostrar a los discípulos que el evangelio es para todo el mundo, no solo para los que se sienten escogidos por su linaje.

Jesús y los discípulos están en el norte de Israel; en la región de Tiro y Sidón. En un espacio pagano. Entre este pueblo idólatra, surge una mujer gritando por misericordia. ¿Cómo reconoció a Jesús? ¿Cómo se enteró de que aquel maestro itinerante era el Hijo de Dios y el todopoderoso Señor del universo? La Biblia no dice nada al respecto, Pero los gritos fueron escuchados. También por los discípulos, que se ofendieron con la situación.

La anónima mujer recibe un trato tan grosero como el que recibiría de cualquier judío, incluido cualquiera de sus discípulos. Cristo, sabiendo de la fe de la extranjera, aprovecha para enseñar una lección eterna a sus seguidores: la salvación es para todos.

La mujer llega cerca de Cristo. Ya no grita. Ahora implora. Los discípulos siguen inmutables, porque piensan que esa bendición no le corresponde; hasta que Cristo los sorprende, respondiéndo a la mujer como ella sabía que le iba a contestar: ¡Grande es tu fe!

DEVOCIÓN MATUTINA JÓVENES 2014

365 vidas

Por: Milton Bentancor


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