"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

miércoles, 29 de abril de 2015

Mi Señor me respondió

Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió. Salmo 3:4.

Hacía tres años que estábamos casados. Con 21 cada uno, teníamos un pequeño negocio y una casita modesta. Pero los bebés no venían. Buscamos ayuda médica. El médico nos explicó que siempre se le hacen estudios primero al hombre. Mi esposo se incomodó, pues ya tenía una niñita de cinco años, y no veía el sentido de someterse a análisis. Cuando llegaron los resultados, el médico habló conmigo: -Usted y su esposo no pueden tener hijos. Y si logran tenerlos, saldrán con graves deficiencias. Dígame: ¿Su esposo usa estupefacientes? -Usaba -contesté-. Hace tres años que abandonó las drogas. -¡Estas son las consecuencias! -dijo él- Puedo ayudarle a comunicarle los resultados.

-No, gracias. Lo haré yo -respondí.

Salí del consultorio devastada. Amaba a mi esposo, y deseaba con todas mis fuerzas tener un hijo con él. El me esperaba afuera del edificio, así que sequé mis lágrimas y avancé. Me preguntó cuál era el resultado. -Está todo bien -dije— Ahora van a tratar conmigo.

-No mientas -respondió- Nunca me has mentido. Tu mirada me dice que algo está mal.

Así que le dije la verdad y lloramos juntos. Entonces empecé a orar: Señor, dame un hijo. Si me concedes la dicha de ser madre, lo consagraré a ti y a servir a los demás.

Cierta noche soñé que un varón resplandeciente se sentaba en mi sala y me preguntaba cuándo quería un hijo. Yo despertaba a mi esposo y le preguntaba, y él me decía que lo quería ahora mismo. Así se lo dije al varón resplandeciente. Por la mañana, me sentía alegre como nunca antes.

-Elizabeth, ¿qué sucedió anoche? -preguntó mi esposo- Me despertaste y me preguntaste si quería un hijo ahora o más tarde, y te volviste a quedar dormida. ¿Está todo bien?

Lloré y oré: Señor, no fue solo un sueño. ¡Me has respondido!

Al año siguiente nació Yaneth, saludable y bella; después, Jesús; y luego, Elizabeth. Los tres, ahora de doce, ocho y siete años, cantan y predican del amor de Dios. El cumplió su promesa. Es poderoso y bueno

 -Elizabeth Imelda Mendoza.

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