sábado, 22 de agosto de 2015

Por tu Gracia y Amor


La Biblia dice: “El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” Proverbios 28:13 (Reina-Valera 1960).
 

Encubrir el pecado no es solo ocultarlo delante de la gente, sino, no reconocerlo, ante esto lo que la Biblia nos recomienda son dos cosas: Confesarlo y apartarse. Ósea que no basta solo con decir: “He pecado, perdóname”, sino también es necesario dar muestras de ese arrepentimiento apartándose del pecado.

El mejor ejemplo de esto lo dio nuestro Señor Jesucristo con aquella mujer adultera que todos querían apedrear. Después de que Jesús invitará a lanzar las piedras a aquellos que no tuvieran pecado y estos irse de ese lugar uno por uno, Jesús le dice a la mujer adultera: “Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” Juan 8:10-11 (Reina-Valera 1960). El más claro ejemplo del perdón de Dios y lo que él anhela de nosotros. Aquí vemos dos cosas: 1. Jesús no le condeno, sino que la perdono. 2. El deseo de Jesús era que no pecará más, es decir que ya no practicará ese pecado ni otros.

Cuando Dios nos perdona, su deseo, su anhelo es que ya no volvamos a lo mismo, sino que demostremos un genuino arrepentimiento apartándonos de eso que deshonra a Dios.

La gracia de Dios existe y es hermosa y la disfrutan aquellos que comprenden que su gracia no es una licencia para pecar, sino que es un regalo inmerecido que debe llevarnos a la reflexión y al enderezamiento de nuestros caminos.


jueves, 20 de agosto de 2015

La Respuesta Blanda


La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor. Prov. 15:1.

El viejo dicho brasileño dice que "Cuando uno no quiere, dos no pelean". Es simple y al mismo tiempo, profundo. Es una manera popular de presentar lo que Salomón dijo hace siglos. No hay corazón que no se conmueva ante una respuesta amable.

La vida es como un espejo. Recibimos de vuelta la imagen que proyectamos. Las palabras duras producen reacciones agresivas. Las palabras suaves producen actitudes gentiles.

El adjetivo duro en hebreo es éseb, que también puede ser traducido como "que provoca dolor". Las palabras son como cuchillos de doble filo, sirven para el bien o para el mal. Apaciguan o enfurecen los ánimos. Conciertan relaciones o las destruyen. Traen alegría o provocan dolor.

Piensa en las veces en que podrías haber usado la palabra de un modo más edificante. No te proyectes a un tiempo lejano, piensa en lo que sucedió ayer u hoy, con tu esposa o con tus hijos.

Cuando las flechas envenenadas del furor traten de alcanzarte, usa como escudo protector la respuesta blanda, suave. No entres en el juego de la provocación. Responder en el mismo tono, dejándote llevar por la pasión del momento, no es evidencia ni de sabiduría ni de valor. Tú puedes vencer a los otros y ser considerado fuerte, pero si te vences a ti mismo serás poderoso. Este tipo de victoria solo se la puede alcanzar con la ayuda del Todopoderoso.

El control de las palabras comienza con el control de las emociones, y eso es obra del Espíritu Santo. Encuentro a menudo personas que me dicen: "Yo sé que mis palabras dichas de manera inapropiada me crean problemas, pero no consigo hacer nada para cambiar esta situación".

Esa es la diferencia entre el humanismo y el cristianismo. Mientras el primero deja toda la responsabilidad sobre sus hombros, colocando su interior como fuente del poder, el cristianismo enseña que el poder no proviene de dentro de uno, sino de arriba. El cambio de temperamento es un acto divino. Dios usa como instrumento la voluntad humana, pero la criatura no pasa de ser un medio. La fuente del poder es Dios.

Inicia las actividades de este día colocando tu voluntad bajo el control divino. Deja que Jesús viva en ti y controle tus palabras, porque "La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor".

Mayordomos de Dios


“Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el dar grandeza y poder a todos” (1 Crónicas 29:12).

En la Creación, Dios hizo todo “bueno en gran manera”. Le dio al hombre mucho más de lo que necesitaba para ser plenamente feliz; tanto su maravilloso cuerpo como la naturaleza que le rodeaba eran una manifestación del poder, de la gloria y del amor del Creador. Incluso después del pecado, la Providencia ha estado preservando al ser humano con infinita generosidad. Sin embargo, en el Edén, y después en esta tierra ensombrecida por el pecado, Dios no otorgó al hombre la propiedad de aquello de que dispone. Dios se reservó el título de propiedad. Adán era el administrador, tenía potestad, autoridad, como un mayordomo, pero no era suyo. Cuando Adán y Eva comieron del fruto prohibido, estaban actuando como si fueran dueños porque solo el propietario puede tomar libremente de lo que es suyo, el administrador debe estar autorizado y ¡Adán no lo estaba!

Muchos siglos después, al entregar a Salomón los planos del templo de Jerusalén y todo el oro que había guardado para su construcción, David pidió al pueblo que hiciera ofrenda voluntaria a Jehová y pronunció una plegaria de bendición donde reafirmó el fundamento de la mayordomía edénica: “Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos” (1 Crón. 29:14).

Pero Dios ejerce como propietario dejándonos la libertad de obedecer o desobedecer sus órdenes. Tres pruebas hay de una fiel administración de los bienes de Dios: la consagración de la séptima parte de nuestro tiempo, el sábado; la devolución de la décima parte de los medios económicos que recibimos, el diezmo; y la liberalidad sistemática de ofrendas voluntarias de dinero, tiempo y talentos. Dios quiere que la mayordomía sea: una escuela en la formación del carácter erradicando el egoísmo, un testimonio sincero de confianza, gratitud, amor y fidelidad a Dios y una prueba de nuestra idoneidad para recibir un día las riquezas eternas del reino de los cielos.

No olvidemos que la mayordomía no es simplemente una cuestión de generosidad, sino también de honradez y, sobre todo, de amor, porque “es posible dar sin amar, pero es imposible amar sin dar”. Por eso Dios espera que “cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre” (2 Cor. 9:7).

Tomado de: Lecturas devocionales para Adultos 2015
“Pero hay un Dios en los Cielos”
Por: Carlos Puyol Buil

miércoles, 12 de agosto de 2015

LÁMPARA Y LUZ

Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen, Prov. 6:23.

Cristina, una joven portuguesa me preguntaba cómo era posible que un Dios de amor y libertad pudiera tener enseñanzas tan estrechas y prohibitivas. "No combina —decía ella—, algo está equivocado en la Biblia". Pero el error no está en la Biblia y sí en el concepto errado que tenemos de los consejos divinos.

Salomón habla hoy de tres cosas. El mandamiento, la instrucción y las reprensiones. Al mandamiento y la enseñanza los compara con la lámpara y la luz. Ambas sirven para romper el poder de las tinieblas. Este es un poder destructivo, porque en medio de la oscuridad tú no ves el camino, y no tienes condiciones de llegar a tu destino. En medio de las sombras tú no andas con rapidez, avanzas despacio, con dificultad, y cuando te das cuenta, ya estás realegado a un segundo plano. Cuando no hay luz, tú no distingues ni las formas ni los colores. Creyendo que estás escogiendo lo verde, puedes estar tomando lo rojo. En medio de la oscuridad, tú caminas sin saber, en el rumbo de la propia muerte.

El ser humano necesita de la luz y de la lámpara. Sin ellas, no hay cómo atravesar la oscuridad de este mundo y llegar con éxito a donde deseas. Necesitas luz para saber cuál es el camino verdadero. Los mandamientos y las instrucciones divinas son esa luz. Su propósito no es cercenar la libertad, sino iluminarte el camino.

Las reprensiones, a su vez, tienen como propósito despertarte cuando estás adormecido, traerte de vuelta al camino de la vida cuando te estás acercando peligrosamente a la muerte.

Piensa, por ejemplo, en la última derrota que tú sufriste. Trata de descubrir la causa. ¿Habría acontecido todo aquello si hubieras prestado atención a las instrucciones divinas? La vida está llena de leyes y principios. El respeto a esas leyes es garantía de bienestar. Menospreciarlas es testarudez e imprudencia. El precio siempre es alto.

Antes de comenzar las actividades de este nuevo día, mira a tu alrededor. Comienza por ti mismo y por tus amados. ¿Qué ajustes deben hacerse? ¿Qué pasos necesitan darse para conservar la armonía de las relaciones gratificantes? Ten en cuenta a Dios, "porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen".


Alejandro Bullón

martes, 4 de agosto de 2015

MEMORIA BENDITA



La memoria del justo será bendita; mas el nombre de los impíos se pudrirá. Prov. 10:7.

Una de las características de los proverbios es el uso de la antítesis. A través de ella el autor enseña una lección por contraste. Se presentan dos caminos, dos situaciones o dos destinos e, implícitamente, se deja la elección con el lector.

En el versículo de hoy se habla del justo y del impío. ¿Qué sucederá con la memoria del perverso? El impío no toma en cuenta a Dios en sus decisiones y cuando muere "se pudrirá", afirma el texto.

¿Te atreverías tú a ponerle a tu hijo el nombre de Judas, Nerón o Hitler? Pero tú encuentras perros con esos nombres. Esto muestra que los impíos no son olvidados. Son recordados, pero con pena, con dolor, con tristeza, y a veces con amargura y rabia.

En la vida, esas personas tuvieron todo lo que el ser humano aparentemente necesita para ser feliz: fama, riqueza, placer y poder. ¿Valió la pena? Quizás, sí. Desde el punto de vista humano, tal vez. Pero, ¿eso es todo? ¿La vida es apenas eso?

Multitudes corren atrás de las luces fascinantes de esta vida. Gloria, fama, riqueza y poder parecen tornarse las cosas más importantes, mientras que las personas amadas quedan al lado del camino, esperando una palabra de amor, un gesto de cariño, o un poco de tiempo para sentirse importantes. La vida pasa. Cuando tú menos te das cuenta, la primavera y el verano ya se fueron, el invierno llegó y tú estás solo, lleno de dinero, poder y fama, tal vez, pero irremediablemente solo.

En contraste, "la memoria del justo será bendita". ¿Por ventura, no se cuentan hasta hoy las historias de José, Daniel, Isaac y otros héroes de la fe?

Necesito revisar todos los días los valores que me inspiran, necesito repensar mis motivaciones. ¿Cuánto vale la confianza de un hijo, la comprensión de la esposa o la sonrisa de un nieto? ¿Cuánto vale el mirar agradecido de alguien a quien le ofrecí un poco de mi tiempo?

¿Estás viviendo y trabajando solo para esta vida o también para la eternidad? Analiza esto, porque "la memoria del justo será bendita; mas el nombre de los impíos se pudrirá".

Alejandro Bullón