miércoles, 18 de noviembre de 2015

Música para el alma

Y cuando el espíritu malo… venía sobre Saúl, David tomaba el arpa y tocaba con su mano; y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él. 1 Samuel 16:23.

La música es uno de los medios más poderosos para alcanzar el alma, porque se introduce en ella apelando a lo que quizá sea uno de los resortes más importantes de nuestra conducta, como lo son nuestros sentimientos y emociones. La razón afecta nuestro comportamiento; los principios y los ejemplos inspiradores morales y religiosos, también; pero, aunque idealmente no debería ser así, los sentimientos y las emociones realizan un trabajo más directo para afectar nuestra voluntad y modificar nuestra conducta que nuestra razón y nuestras consideraciones morales.

La música contempla toda la gama de los sentimientos legítimos del ser humano: el amor, la ternura, la paz, el dolor, la tristeza, la depresión, la euforia, el valor, etc. Te permite conectarte con tus sentimientos. Es un canal para la expresión de tus estados de ánimo, a la vez que tiene poder para afectarlos, lo mismo que tus pensamientos y aun tu voluntad.

Sin necesidad de llegar al extremo de la perturbación psicológica y espiritual que padecía el rey Saúl, la buena música puede también, hoy, traer “alivio” a nuestra alma, y hacer que estemos “mejor”. La música puede ser una fuente de sana alegría, calma, solaz, paz y sosiego para nuestro espíritu, cuando esos son los sentimientos y estados de ánimo que transmite; o, por el contrario, puede alterarnos, excitarnos y volvernos irritables o violentos, cuando son esas las emociones que transmite.

Por tal motivo, como cristiano que está tratando de asemejarse a Jesús, presta atención al mensaje de las letras de las canciones que escuchas, así como a las melodías, las armonías y el ritmo de esas canciones.

Por otro lado, no digo que solamente debas escuchar música religiosa, pero inclínate por aquellas canciones cuyo mensaje te haga reflexionar en las experiencias de la vida, y te infunda gozo y optimismo. Desecha esas letras que se regodean en las experiencias amorosas inmorales, o traicioneras, o que presentan una filosofía de vida anticristiana, o depresiva, desesperanzada, y hasta con inclinaciones suicidas.

“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie



martes, 3 de noviembre de 2015

Los amigos: la familia que uno elige


El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano. Proverbios 18:24.

La amistad es una de las relaciones humanas más puras y más libres (dentro de las limitaciones humanas). Cultivamos una amistad con alguien por pura y libre elección. En la amistad verdadera no hay fingimiento ni intereses, sino el placer de tener “compinches” y compartir un montón de cosas.
Como diría Elena de White, “hay misteriosos vínculos que ligan a las personas, de manera que el corazón de uno responde al corazón del otro. El uno adopta inconscientemente las ideas, los sentimientos y el espíritu del otro”.*
A cierta edad, sobre todo en la adolescencia, la opinión de los amigos suele pesar más que la de los propios padres. Nos sentimos más comprendidos por ellos, porque están atravesando por la misma etapa vital, con los mismos deseos, aspiraciones, luchas y dolores.
De ahí que sea tan importante saber elegir bien a nuestras amistades. ¿Será esta persona un motivo de bendición para mí? Su amistad ¿es edificante, elevadora, ennoblecedora o, por el contrario, influye en mí para apartarme del camino de Dios, para relajar mis costumbres morales, para introducirme en el vicio y la promiscuidad? ¿Me estimula a crecer, a desarrollarme, a tener grandes aspiraciones para la vida, o solamente está ahí para que salgamos a divertirnos, a “pasarlo bien”, despreocupándonos de las responsabilidades que nos impone la vida?
Y, lo que es tan importante: ¿Qué clase de amigo eres tú? ¿Te acercas a tus amigos solo para sacarles provecho, por causa de sus bienes y comodidades, por la fama que crees que se te “pegará” por relacionarte con ellos, o porque puedes usarlos para descargarte de los problemas de la vida, pero no tienes un interés genuino en sus necesidades y problemas?
Nuestro texto de hoy dice que “el hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo”; es decir, no esperar pasivamente a que los amigos nos demuestren cuán amigos son de nosotros, sino tener una actitud de preocupación verdadera por ellos y por su felicidad.