lunes, 6 de junio de 2016

✿ “DÉJATE ALCANZAR”

“Confía de todo corazón en el Señor y no en tu propia inteligencia. Ten presente al Señor en todo lo que hagas, y él te llevará por el camino recto” (Prov. 3:5, 6).

UNA ESTACIÓN de radio informó del robo de un vehículo. La policía estaba haciendo una búsqueda a través de los medios de comunicación porque, en un asiento del auto, el propietario había dejado una caja de galletitas rociadas con veneno. Iba a usarlas para matar ratas. Tanto el propietario como la policía necesitaban alcanzar al ladrón no para recuperar lo robado, sino para salvarle la vida. Irónicamente el ladrón estaba huyendo de las mismas personas que intentaban ayudarlo.* Algo similar nos sucede a veces con Dios.

Dios, a través de nuestra conciencia, de su Palabra y de otras personas, intenta a toda costa rescatamos del pecado. Pero nosotras, quizá por miedo al compromiso, o hallándonos estancadas en un sentimiento de culpa que no logramos superar, huimos de esa misma persona que puede damos la solución. Huimos a través de una vorágine de ocupaciones, diversiones y compañías que nos permiten mantener la conciencia cauterizada. Mientras, nuestra salvación corre peligro. De alguna manera vemos esa búsqueda insistente de Dios como una llamada a cuentas, o como algo que nos resta libertad, pero esto es simplemente porque nos falta conocer las verdaderas intenciones de quien nos busca; intenciones de rescate.

¿Confiamos en las intenciones de Dios? ¿Tenemos la seguridad de que quiere lo mejor para nosotras; de que, a través de las dificultades, pruebas y decepciones de la vida, pretende llevamos a una relación íntima con él?

No nos quedemos estancadas en una rutina que ve a Dios como teoría, pero no lo vive como realidad. Dejémonos alcanzar por él, con la seguridad de que quiere lo mejor para nosotras. Eso es lo que significa Gálatas 2:19, 20: “La vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí. Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí”.

Cuando aceptemos que no hay mayor amor que el de Dios, podremos dar el primer paso hacia una vida extraordinaria. Charles F. Stanley


Tomado de: Lecturas devocionales para Damas 2016
“Ante Todo, Ser Cristiana”
Por: Mónica Díaz

domingo, 5 de junio de 2016

El Amor es Jesucristo

Mientras aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos. (Romanos 5:6)

Jesús ha venido a buscarte y a salvarte (Lucas 19:10). Todas las cosas en las que has fracasado, cada minuto que malgastaste intentando arreglar las cosas a tu manera… todo puede perdonarse y restaurarse al colocar tu vida en manos del que te la dio primero. Quizá nunca lo hiciste. Entonces, hoy es tu día. “Ahora es el tiempo propicio; he aquí, ahora es el día de la salvación”
 (2 Corintios 6:2).

Quizá lo hiciste hace años} pero te has alejado mucho de tus raíces espirituales. Entonces, “arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que tiempos de refrigerio vengan de la presencia del Señor” (Hechos 3:19)-Aun si Cristo es tu estilo de vida y nunca dejaste de caminar en comunión con Él, los siguientes pasajes de las Escrituras serán un renovado motivo de gratitud por todo lo que ha hecho por ti.

La Biblia dice que somos pecadores desde que nacemos, desde el momento en que llegamos al mundo. “He aquí, yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre” (Salmo 51:5). “Todos nosotros somos como el inmundo, y como trapo de inmundicia todas nuestras obras justas” (Isaías 64:6). Dios no envía al infierno a personas inocentes. Lo merecemos. Sencillamente, no podemos ser lo nucientemente buenos como para vivir con un Dios puro y santo. Sin embargo, “Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él” (1 Juan 4:9). “Aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo […] Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8). “Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus heridas fuisteis sanados” (1 Pedro 2:24). Por su muerte, Él invalidó la idea de que no mereces ser amado y no tienes valor. Si alguna vez te sientes de esa manera, no estás mirando la cruz. Allí, Él probó su amor por ti.

No se puede comprender por completo un amor semejante. “A duras penas habrá alguien que muera por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a morir por el bueno. Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:7-8).

Este amor tampoco se puede ganar. “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23). “Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).

Es necesario recibirlo. “Si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, V con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9-10).

Y cuando te apropias de esta nueva vida y este nuevo amor, eres libre para amar con una capacidad que nunca antes tuviste. “En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos […] Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo y que nos amemos los unos a los otros, pues así lo ha dispuesto” (1 Juan 3:13-23 NVI). “El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1 Juan 4:8).

Él estuvo dispuesto a amarte aunque no lo merecías, aún cuando no correspondiste a ese amor. Pudo ver todos tus defectos y tus imperfecciones y aún así eligió amarte. Su amor hizo el mayor de los sacrificios para satisfacer la mayor de tus necesidades. Como resultado puedes (mediante su gracia) caminar en la plenitud y la bendición de su amor. Ahora y para siempre.

Esto significa que ahora compartes este mismo amor con tu cónyuge. Puedes amar aún cuando no te ame. Puedes ver todos sus defectos y sus imperfecciones y aún así elegir amarlo. Y aunque no puedes satisfacer sus necesidades al igual que Dios, puedes transformarte en su instrumento para satisfacer las necesidades de tu cónyuge. Como resultado, él o ella podrá caminar en la plenitud y la bendición de tu amor. Ahora y hasta la muerte

El verdadero amor solo se encuentra en Cristo. Y luego de recibir su regalo de nueva vida al aceptar su muerte en tu lugar y el perdón de tus pecados, por fin estás listo para poner en práctica el desafío.


El desafío de hoy
Atrévete a tomarle la palabra a Dios. Atrévete a confiar en Jesucristo para la salvación. Atrévete a orar: “señor Jesús, soy pecador; pero has demostrado tu amor por mí al morir para perdonar mis pecados, y has probado tu poder para salvarme de la muerte mediante tu resurrección. Cambia mi corazón y sálvame con tu gracia”.




Tomado Del Libro “El Desafió Del Amor”
Por Michael Catt, Stephen Kendrick y Alex Kendrick
Todos Los Derechos Son De los Autores