lunes, 27 de noviembre de 2017

Reflexión de Hoy

Hablemos como Cristo

Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. 
(Mat. 12:37)

Cuando hagáis la obra que os corresponde sin disputar con los demás ni criticarlos, vuestro trabajo se destacará por la libertad, la luz y el poder que lo acompañarán, para infundir carácter e influencia a las instituciones y empresas que se relacionan con vosotros.
Recordad que nunca estaréis en situación ventajosa cuando os encontréis irritados o cuando os empeñéis en la tarea de enderezar a todos los que os rodean. Si cedéis a la tentación de criticar a los demás, de señalar sus faltas, de demoler lo que ellos hacen, podéis tener la seguridad de que no cumpliréis vuestra parte como conviene ni con nobleza.
Vivimos en una época en que todos los hombres que ocupan puestos de responsabilidad y todos los miembros de la iglesia deben preocuparse de que su obra esté de acuerdo con las enseñanzas de la Palabra de Dios. Velando incansablemente, orando con fervor, y hablando y obrando como Cristo, debemos demostrar al mundo como debe ser la iglesia según el deseo del Señor…
Cristo se humilló hasta el punto de permanecer al frente de la humanidad, de soportar tentaciones y sufrir las aflicciones que los seres humanos tendrían que sobrellevar y resistir. El tiene que saber lo que la humanidad debe arrostrar frente al enemigo caído, para estar en condiciones de socorrer a los que son tentados.
Y Cristo ha sido designado nuestro juez. El Padre no es tal. Tampoco lo son los ángeles. El que llevó la naturaleza humana sobre sí y vivió una vida perfecta en este mundo es quien nos va a juzgar. Sólo él puede ser nuestro juez…Ninguno de vosotros ha sido designado juez de los demás. Lo único que podéis hacer es disciplinaros…
Tenemos un carácter que sostener en alto, pero es el de Cristo…Que el Señor nos ayude para que muramos al yo, y nazcamos de nuevo. Así Cristo podrá morar en nosotros como un principio vivo y activo, como un poder que nos conservará santos. (Special Testimonie, Series B, Nº 4, páginas 19-23)


DEVOCIONAL MI VIDA HOY
Reflexiones para cada día
Elena G. de White


El paraguas


“Con su poder gobierna eternamente”   
(Sal. 66:7, NVI).

Dios sigue haciendo milagros hoy. La diferencia es que no dedicamos tiempo a pensar en todas las cosas que damos por sentadas que Dios hace por nosotras, por medio de su poder. Estar viva después de setenta años, tener una mente activa, poder caminar, manejar un auto, tener buena visión… todos son milagros. Un bebé que nace sin defectos es un milagro. Pero el milagro más hermoso de todos es cuando un pecador se arrepiente.
La Biblia nos instruye a que pensemos en el poder de Dios, en su amor y protección día y noche, y que siempre lo alabemos. Cuando los poderes de las tinieblas arremeten contra nosotras, Dios toma el control, especialmente cuando reconocemos su poder y le entregamos el control de nuestras vidas. El siguiente incidente es un buen ejemplo del control y el poder de Dios.
Mi hermano nos había llevado a mí y a mis dos hermanas en su camioneta hasta Cedar Lake Academy, un colegio secundario cristiano con internado, para asistir a la graduación de octavo grado de nuestra sobrina. Una de mis sobrinas me había dado un hermoso paraguas multicolor, que yo llevé conmigo. Cuando nos preparamos para irnos de la recepción, después de la graduación, me aseguré de que mi paraguas estuviera colgado de mi brazo. Mi cartera colgaba sobre el paraguas, para asegurarme de no perderlo. Lo que sucedió después es increíble.
Ayudé a mi sobrina a cargar algunas cosas que se estaba llevando a su casa en la camioneta de sus padres, todo el tiempo asegurándome de tener el paraguas en mi brazo. Cuando me alejé de la camioneta de mi sobrina, yendo hacia la camioneta de mi hermano, descubrí que el paraguas había desaparecido. Mi primer pensamiento fue que se había caído al piso, pero no lo pudimos encontrar por ninguna parte.
Al volver a casa, pensé seriamente en lo que había sucedido, y oré: “Señor, sé que tú eres todopoderoso; si es tu voluntad, por favor, haz que el paraguas aparezca. Oro en el nombre de Jesús”. Dos semanas después, mi hermano estaba limpiando su camioneta y allí, debajo del asiento, estaba mi paraguas. No me imagino qué fue lo que realmente sucedió; lo que sé, con seguridad, es que Dios respondió a mi oración.
¡Servimos a un Dios omnisapiente y poderoso! Él merece nuestra adoración ¡siempre!
Moselle Slaten Blackwell

DEVOCIÓN MATUTINA PARA DAMAS 2017
VIVIR EN SU AMOR