sábado, 13 de julio de 2013

Mira el Barro

Una de mis mayores alegrías cuando niño, era jugar en la lluvia. Jugar fútbol en el lodo era lo máximo. Creo que todo comenzó cuando vi en la televisión una antigua propaganda de la Adidas. Mostraba unos hombres jugando fútbol en un campo completamente encharcado. Me gustaba imaginarme en ese comercial, jugando fútbol en aquel campo verdecito, bajo aquella lluvia torrencial y con un lindo uniforme. Sin embargo crecí en ciudades metropolitanas: Belo Horizonte, Niterói, San Pablo. En aquellos lugares los patios de las casas eran de cemento, y en los departamentos las áreas de juegos no tenían jardín.


La primera vez que pude jugar fútbol en la lluvia, en un campo verdecito como era mi sueño, fue en Artur Nogueira, interior de San Pablo. Allí podría correr por los verdes campos de mis sueños bajo la lluvia. Como “quien no tiene perro se casa con gato”, cualquier lluviecita que caía yo salía para jugar o andar de bicicleta. Artur Nogueira era una ciudad del interior. En aquel tiempo no era a metrópoli que es hoy. Había mucho barro por allí.


Salir para jugar en la lluvia era destinar la ropa del juego a la basura. El barro de aquella ciudad no salía de la ropa ni con mil lavadas. No había alvejante, zurra o paliza que fuese capaz de hacer que la ropa volviese a ser como antes. Mi madre casi enloquecía, yo era solo felicidad, hoy entiendo porque la viejita se desesperaba. Cuándo nos trasladamos a Brasilia y teníamos un campo inmenso para jugar, ella separo la “ropa de lluvia” para que no destruyamos toda nuestra ropa.


Cieno, lodo, o lama es una cosa que mancha, ensucia y hace sentir asco cuando cae en la ropa o en las cosas. Nada es peor que lavar el carro y en seguida llover, peor todavía es llevar un baño de lodo del camión que pasó por un charco de agua, pero mucho más terrible es si la ventana de tu carro está abierta, no solo el carro queda sucio por dentro, sino también el asno que la dejo abierta.


Recuerdo la Campal de Itabuna, BA en 1986. El pueblo reclamaba del barro que había donde ellos tenían que armar sus carpas. ¿Imaginen? Tú ibas a bañarte y volvías más enlamado que antes de bañarte. ¿Tú ya viste los derrumbes por causa de las lluvias? ¿Lo que impide que los cuerpos sean rescatados, identificados, o lo que dificulta que los bomberos hagan su trabajo? El barro, el lodo, el cieno, la lama…


Está bien Sami, ya entendí, barro, lodo, cieno es desagradable ¿Y qué tengo que ver con eso?


Un día de estos leí sobre un cieguito. Esa persona era ciega de nacimiento. Vivía en una época y lugar en que las personas creían que ser deficiente era sinónimo de ser pecador. Paralítico, ciego, sordo, mudo. Esas personas eran así porque seguramente habían cometido un terrible pecado y Dios los había castigado. ¿No es absurdo? Abominable preconcepto. Es difícil imaginar por que la gente pensaba así, mas era así.


Pero el cieguito ya había oído hablar sobre un tal Jesús. El ya había curado otros “malditos” solo con el poder de su palabra. “Levántate y anda le dice al paralitico; vete en paz que tu fe te salvo mujer con hemorragia” etc.


De repente, el ciego siente que Jesús está llegando cerca de él, Experimenta la sensación de alguien que va a ganar un gran premio. ¿”Será que él va curarme”? ¿Será que existe otro ciego o un paralítico a mí alrededor para “robarme” ese milagro?


El cieguito siente que el Maestro esta frente a él y también puede escuchar al pueblo preguntándole a Jesús “¿De quién es la culpa que él sea ciego, de sus padres o de el mismo? Jesús con su infinita sabiduría dice “la culpa no es de nadie, el nació así para que la gloria de Dios sea manifestada en él”.


¡”Que cosa”! piensa el ciego. ¡“La gloria del Señor se va a manifestar en mi”!!! Imagina la ansiedad, el nerviosismo, el deseo de tener manifestada la gloria de Dios en su miserable vida. Y en cuanto el imagina la gloria de Dios restaurándole milagrosamente, nuestro cieguito oye el sonido de un salivazo. Pienso que el ciego oía a los otros diciendo “¿Qué es lo que Jesús está haciendo?, míralo, que asco, está haciendo lodo con su saliva. ¿Qué es eso? ¿Para qué? Ese hombre es loco…


Si yo fuese el tal cieguito comenzaría a ponerme nervioso. “Y la tal gloria de Dios manifestada en mi” piensa él. Y en cuanto el piensa eso, Jesús le coloca en los ojos la saliva mesclada con la tierra, aquel lodo, aquel barro, aquella lama, aquella cosa asquerosa.


Si yo fuese el cieguito, salía dando puntapiés a todos. “Están burlándose de mí de nuevo. Me están haciendo de tonto. Hasta Jesús esta burlándose de mí. A los otros el cura por el poder de su palabra, pero conmigo el pone ese barro asqueroso en mi rostro. Pobre de mí, soy un miserable”.


Pero el cieguito no hizo nada de eso. El tuvo paciencia. La fe de que a pesar que las cosas estaban yendo de mal a peor, el milagro estaba para ser realizado. “Mejor será que esto funcione porque si no voy a dar muchas patadas”. No sé si el llego a pensar así. No me admiraría si lo hubiese hecho.


A pesar de no entender, el confió en que había alguna razón para que el barro estuviese en sus ojos, y que tendría que pasar por toda la ciudad, con el barro y el lodo en el rostro, hasta llegar al tanque y lavarse, como Jesús le había pedido.


El milagro se realizó. Listo, el cieguito ahora es solo ojitos. Está viendo todo. Las personas le miran y se preguntan que le pasó. Los vecinos que lo conocen atestiguan que es el mismo. Algunos tienen dudas, a pesar de eso el ex cieguito clama inflando el pecho “Soy yo, soy yo”. Y desde aquel instante se transformo en un vivo ejemplo del poder de Dios.


Tú y yo estamos en la misma situación, todo lo que planeamos nos sale mal, nada sale como queremos. Muchas veces no entendemos porque la vida nos trae tantos problemas. Es aquella madre que pierde el esposo y a la semana siguiente pierde el hijo. El hombre que es despedido del empleo y luego después la esposa le pide el divorcio, o aquella materia escolar que tu no conseguiste salvar, y aquella otra que tu tenias la seguridad que ya habías salvado.


Esta vidita siempre trae una sorpresa. Una peor que la otra. Nosotros esperamos que las cosas mejoren, que Jesús venga para arreglar las cosas, pero nos da la impresión que cuando El aparece las cosas se ponen peores.


Si esta historia te hace recordar alguna fase de tu vida, o si tú estás viviendo esa situación ahora, recuerda al cieguito de la historia. La muerte, la separación, la falta de trabajo, el embarazo no planeado, la enfermedad, todo es apenas el barro en tus ojos para ayudarte a ver el camino que es necesario seguir. Solo nos toca a ti y a mí tragar nuestro orgullo, ignorar lo que las personas digan o piensen, e irnos a la fuente a lavarnos. Después de eso vamos viviendo la vida plenamente. Y si alguien te pregunta sobre eso les dirás que todo eso pasó “para que la gloria de Dios se manifestase en ti”.


Quizás el fango no este solamente en tus ojos. Tal vez toda tu vida sea un cieno inmundo. No importa. Cuanto más terrible sea la situación, mayor el milagro. Mayor la oportunidad para que el poder de Dios sea manifestado en tu vida. Espero que lo más vergonzoso, doloroso y difícil que hayas pasado en la vida, sea el mayor testimonio de un Dios que cura y que te escogió especialmente, para mostrar al mundo el amor maravilloso del Padre.


Piensa en eso. Acepta el fango, el lodo, el cieno y vete a lavarte. Lo peor que ser ciego es ser ciego con el fango sucio en el rostro. Recuerda, es en el inmundo lodo que esta el secreto de la cura.


por Sami Bullón


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