jueves, 5 de septiembre de 2013

¿Hay Frutos en tu Huerto?

Vivan de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios y ser fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder. Colosenses 1: 10-11

La historia de la higuera que fue maldecida porque no daba frutos nos enseña una grande lección. «Viendo a lo lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si había algún fruto. Cuando llegó a ella solo encontró hojas, porque no era tiempo de higos. “¡Nadie vuelva jamás a comer fruto de ti!”, le dijo a la higuera. Por la mañana, al pasar junto a la higuera, vieron que se había secado de raíz» (Mar, 11: 13-14, 20). Jesús secó la higuera porque no llevaba frutos. Nada tenía para ofrecer al caminante hambriento.
De la misma forma Dios ve la clase de frutos que nosotras producimos, tanto buenos como malos. La advertencia es: «Todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol malo no puede dar fruto bueno. Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. Así que por sus frutos los conocerán» (Mat. 7: 17-20).
Dios nos insta a que no solamente demos frutos, sino buenos frutos. Puede ser que muchas de nosotras produzcamos frutos, pero no estemos honrando a Dios con ellos. Podríamos ser mujeres brillantes ante el mundo, y que sin embargo, únicamente proyectemos sombras y oscuridad en nuestros hogares. La permanencia en Cristo es la propuesta divina para todo aquel que desea dar buenos frutos: «Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mi, corno yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada. El que no permanece en mi es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan al fuego y se queman» (luan 15: 5-6).
Hermana, la calidad de nuestros frutos está garantizada si permanecemos unidas a Cristo. ¿Y cómo haremos para permanecer unidas a él en un mundo tan hostil como el nuestro? Pide a Dios que haga de ti una roca de apoyo, y que no te deje ser una piedra de tropiezo para quienes te encuentres en tu camino. Regala amor y aprecio a los que han perdido la capacidad de sentir cariño, y alberga un espíritu de consolación por todo doliente. Entonces darás frutos de olor y sabor gratos para el Señor y para el prójimo.

Tomado de: Meditaciones Matinales para Damas 2013
“Aliento para cada día”
Por: Erna Alvarado

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