jueves, 5 de septiembre de 2013

Los Grandes Merecen ser Legendarios

Por lo tanto, yo también, excelentísimo Teofilo, habiendo investigado todo esto con esmero desde su origen, he decidido escribírtelo ordenadamente (Lucas 1: 3).

El Espíritu Santo dirigió al apóstol Lucas y todos los demás biógrafos de Jesús. El registro que nos legaron es histórico, fidedigno y confiable. Su historia asombrosa es realmente producto de su grandeza y un testimonio a la verdad de su vida.
Pancho Villa ha ejercido sobre la historia una fascinación difícil de entender. Rommel, Mao Zedong y el Subcomandante Marcos estudiaron sus métodos de lucha, Se tomó una fotografía al lado del general George Patton, y el presidente Roosevelt de Estados Unidos se ocupó personalmente de él. Villa era un hombre que tenía fama de ebrio, pero nunca bebía. De hecho, fusiló a sus oficiales borrachos y destruyó las garrafas de aguardiente de las cantinas de todos los pueblos por donde pasaba. Se sabe que las calles de Ciudad Juárez apestaban a aguardiente porque Villa mandó vaciar en ellas todo el licor que había en las cantinas.
Villa apenas sabía escribir y sin embargo, cuando fue gobernador de Chihuahua fundó cincuenta escuelas en un mes. Ha sido el único mexicano que estuvo a punto de comprar un submarino. Montaba un caballo llamado Siete Leguas, que en realidad era una yegua. Villa era un hombre a quien odiaban tanto, que para matarlo le dispararon ciento cincuenta tiros al automóvil en que viajaba; tres años después de muerto, alguien robó la cabeza de su cadáver. Pero casi cien años después de su muerte, se lo ama tanto, que cada año la cabalgata de los Dorados de Villa, una asociación con miles de miembros, invade la ciudad de Parral, Chihuahua, donde murió. Fue un hombre que logró engañar a sus perseguidores hasta después de muerto, pues aunque oficialmente se dice que está sepultado en el Monumento a la Revolución en la Ciudad de México, se cree con mucho apoyo histórico que, en verdad, sigue enterrado en el panteón de Parral.
Por supuesto, entre los seres humanos muchas veces la grandeza viene de la fama, lo cual no es muy confiable. Lo interesante es que parece que nosotros llevamos en la sangre la necesidad de engrandecer a otros. En realidad, es muy probable que así nos haya creado Dios. Puso dicha tendencia para que nosotros pudiéramos honrarlo y glorificarlo. Pero al no hacerlo, corremos el riesgo de canalizar nuestra alabanza a simples hombres y mujeres. Lo cierto es que no hay hombre en la historia más grande que Jesús. Solo él merece nuestro reconocimiento.

 Tomado de: Meditaciones Matinales para Jóvenes 2013
“¿Sabías qué…?”
Por: Félix H. Cortéz

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