viernes, 27 de septiembre de 2013

Tareas Innecesarias



                                                       
 Solo en Dios halla descanso mi alma; de él viene mi esperanza.
Solo él es mi roca y mi salvación; él es mi protector y no habré de caer.
Salmo 62:5-6
La mayor parte de las mujeres tiene la misma queja con respecto a las demandas cotidianas de la vida: “Tengo muchas cosas que hacer y poco tiempo para terminarlas”. Quien siente que un día no le es suficiente para realizar sus tareas tendrá que respirar profundamente y dedicar tiempo para analizar lo que hace; asimismo, para decidir la forma en que piensa llevarlo a cabo.
Sería bueno que te hicieras algunas preguntas. ¿Acaso estás por cumplir las tareas que te corresponden, o te encargas de cosas que otros deberían hacer? ¿Eres verdaderamente efectiva en el uso del tiempo? ¿Con qué frecuencia se te escapa el tiempo y no sabes en qué lo has empleado? Recuerda que el Señor nos dice: “Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo” (Ecl. 3:1).
Cuando las madres y las amas de casa nos enfrascamos en los quehaceres propios del hogar, y eximimos de ellos a los demás miembros de la familia, cometemos un grave error, ya que nuestro deber no consiste en realizar con tareas que no nos corresponden. Hacemos un gran bien a nuestros hijos cuando les enseñamos a colaborar con las tareas del hogar. Si no lo hacemos, entonces los privamos del privilegio de ejercer sus capacidades, y los convertimos en inútiles para el trabajo.
Los hijos deben disfrutar mientras colaboran con su madre en las tareas domésticas.
Ninguna de ellas es degradante; por el contrario, ayudan a desarrollar nuestro sentido de utilidad y el gozo del servicio.
Por otro lado, la esposa debe encontrar en su esposo a un aliado en el cuidado del hogar. Él puede, con solicitud y por el amor que dice sentir hacia su esposa, ayudarla a llevar las cargas. No pierde masculinidad el esposo que entra a la cocina para ayudar y no únicamente a comer.
Amiga, no te enfrasques en tareas innecesarias. Haz lo que te corresponde con placer y calma. Recuerda que, en medio del ajetreo diario, debes hacer una pausa con el fin de pasar tiempo a solas con tu Maestro y Señor. Que tu pensamiento en este día sea: “Solo en Dios halla descanso mi alma; de él viene mi salvación.
Únicamente él es mi roca y mi salvación; él es mi protector. ¡Jamás habré de caer!” (Sal. 62:1-2).

LECTURAS DEVOCIONALES PARA LA MUJER

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