martes, 1 de octubre de 2013

Crucemos al Otro Lado

Porque te amo y eres ante mis ojos precioso y digno de honra.
No temas, porque yo estoy contigo. Isaías 43:4-5
Cuando estaba en la escuela primaria tenía que tomar clases de natación.
Debido a que asistía a una escuela rural, la profesora y algunos ayudantes nos llevaban a un río cercano. Cada vez que íbamos al río, comenzaba a ponerme ansiosa. Sabía la orden que recibiría: “Ahora deberás cruzar el río nadando”. Aunque iba protegida por un salvavidas, no podía evitar el pánico. El torrente se veía de color turquesa, como las aguas profundas.
El sonido del silbato era la señal. Temblando de pies a cabeza por el miedo y por el frío del agua, me sumergía, y movía los brazos y los pies con todas mis fuerzas.
El recorrido me parecía eterno… Pero, ¡qué alivio cuando una mano me tocaba! Era la señal de que me encontraba al otro lado. Sentía que mis pulmones se llenaban de aire mientras que el corazón parecía salírseme del pecho por la intensa alegría.
Esto me hace recordar la promesa del Señor: “Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas” (Isa. 43:2). ¿Recuerdas cuando Jesucristo y sus discípulos cruzaban el lago y los sorprendió una tempestad? Los doce pensaron que iban a morir, pero no fue así porque su Maestro estaba con ellos. Él es el único que puede calmar las tormentas.
La orden de Jesús fue: “Crucemos al otro lado”. Es difícil vivir del lado opuesto, pero Dios desea que cruces “al otro lado”. Así que la orden se repite: “Cruza al otro lado”. Al recibir este llamamiento es posible que te sientas impotente, llena de temor, y que el frío de lo impredecible te recorra el cuerpo y el alma.
¿Será que vives en el lado opuesto al camino de la salvación? Pues el Señor te dice: “¡Ven!”. Quizá en tu vida haya obstáculos que te mantienen varada y en la oscuridad. ¿Acaso piensas que Dios se ha cansado de esperarte y que cuando llegues a la orilla únicamente encontrarás sus huellas dibujadas en la arena? Si crees que el gozo jamás inundará tu corazón, pídele al Señor que te permita ver a través de las nubes y del fuerte oleaje de las dificultades, y verás las manos de Dios extendidas hacia ti, listas para sacarte de las aguas y rescatarte.

LECTURAS DEVOCIONALES PARA LA MUJER

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