martes, 15 de octubre de 2013

En Nombre de Nuestro Señor

Cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte. Santiago 1:15-15
En la actualidad muchos seres humanos se jactan de su fortaleza, aunque en el fondo carecen de fuerza de voluntad. Son débiles y endebles. No tienen la capacidad suficiente para vencer las adversidades, y a la primera oportunidad que sufren alguna tentación, sucumben a las trampas del enemigo.
Algunas mujeres piensan que, si no reciben una marcada atención y estímulos románticos de parte de su esposo, están en todo su derecho a romper el vínculo matrimonial. Por otro lado, algunas señoritas que comprometen su pureza, se excusan diciendo que son mujeres modernas o independientes. Son pocas las que con honestidad aceptan que la corriente de mal las alcanza, y que su fortaleza personal es más bien escasa. La buena noticia es que Dios está dispuesto a hacernos fuertes, y con su ayuda permanente podremos salir victoriosas ante cualquier situación, por muy dura que sea la prueba.
La condición primaria para ser cristianas victoriosas consiste en permanecer unidas a Dios. Él nos dice: “Separados de mí no pueden ustedes hacer nada” (Juan 15:5). Comenta Elena de White al respecto: “Como la rama depende del tronco principal para su crecimiento y fructificación, así también ustedes necesitan el auxilio de Cristo para poder vivir una vida santa. No hay poder en ustedes para resistir la tentación o para crecer en la gracia o en la santidad. Morando en él pueden florecer” (El camino a Cristo, cap. 8, p. 102).
La segunda condición consiste en creer que Dios tiene dádivas de amor y de gracia disponibles para compartir con sus hijas, quienes anhelan y creen que hay algo mejor para ellas. Elena de White, de nuevo nos dice: “Si en tu corazón existe el anhelo de algo mejor que cuanto este mundo pueda ofrecer, reconoce en este deseo la voz de Dios que habla a tu alma” (Ibíd., cap. 3, p. 43).
Amiga, Dios tiene el poder para borrar todos tus pecados y arrojarlos al fondo del mar. Él puede darte una nueva vida y un nuevo corazón. Puede convertir en fortalezas las debilidades de tu carácter, y hacer de ti una mujer triunfadora.

LECTURAS DEVOCIONALES PARA LA MUJER

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