martes, 3 de diciembre de 2013

Héroes

¿Que tiene de distinto y de atractivo mi vida para que Dios encuentre que puede hacer algo grandioso conmigo? – te preguntarás.
Para Dios es grandioso hacer algo distinto a través de personas que tal vez viven sombras del anonimato pero que lo aman en lo más íntimo.
Los llamados “héroes” en la historia bíblica no estaban interesados en honores ni buscaban a Dios para ser promovidos. Ellos simplemente estaban dispuestos a ser herramientas del Cielo. Veían en lo imposible un espacio que se abría para que la gloria de Dios quedara registrada. No se consideraban en curso de una carrera al estrellato ni esperaban llamar la atención de multitudes. No vivían obsesionados en lo que se podía pensar de ellos ni su exposición era parte de un show. Sus actos más heróicos tal vez nunca fueron conocidos, porque las batallas más grandes que vencieron sucedieron contra sus propias debilidades y temores.
Eran hombres y mujeres comunes como tú, como yo, que estuvieron dispuestos a quedar en lo secreto con tal que Dios fuera visto y conocido. Estos héroes se han parecido en algo: Su fe que superaba ampliamente el tamaño de las limitaciones.
Muchas veces he pensado en cómo funcionaría la mente de un héroe. ¿Qué pasaría por allí cuando se acercaba la crisis de un nuevo desafío?
Recuerdo que cuando éramos niños nos divertíamos jugando a hacer figuras con nuestras manitos y las poníamos cerca de la luz. Hacíamos monos, conejos, aves, hasta una jirafa y un león. Se veían tan grandes las figuras en la pared… ¡Y pensar que nuestras manos eran tan pequeñas! Con el tiempo descubrí que aquella diversión me sería útil para entender los asuntos más serios de la vida: Cuando más cerca de la luz puedo estar más grande es lo que puedo hacer con mis manos. ¿Me sigues? Un héroe era alguien que vivía y aplicaba cada día este principio.
Un héroe, como los que Dios fabrica, es alguien que está dispuesto a hacer lo correcto aunque no hubiera quien lo apoye. No cambia de opinión por tener una espada en el cuello, un mar cerrado enfrente, salvajes mandíbulas fieras hambrientas en la oscuridad de un foso, la soledad del doloroso exilio en una isla inhabitada, la persecución de un rey despiadado, las espaldas de toda una nación, la burla y crueldad de una cruz o la amenaza de la peor de las muertes. No es que no pensaran en consecuencias, sino para que para ellos siempre era más importante la razón por la que hacían lo que hacían. No eran locos ni genios, ni corrían con más ventajas con respecto los demás, sólo creían en lo imposible aunque el resto, generalmente, estaba abierto sólo a soluciones convencionales. Sus logros eran el producto de la voluntad humana que descansa con firmeza en principios divinos.
 Las hazañas de los héroes no nacen en la imaginación de un guionista de ciencia ficción; son resultado de la dependencia de personas comunes de un poder infinito. Los héroes no necesitan trajes especiales para cumplir su misión, a ellos les alcanza con revestirse de fe. Los verdaderos héroes jamás piensan que son ellos y sólo ellos quienes pueden resolver las situaciones, simplemente aparecen como representantes de Quien lo hará. Un verdadero héroe no lleva vidas paralelas para ocultar su verdadera identidad, le alcanza y sobra confesarse como hijo de Dios.
Un héroe es, en esencia, un hombre de fe que entiende que está llamado a realizar los planes de un Dios que no conoce límites.
Los héroes no se convierten en lo que son por perseguir recompensas ni soñar con aplausos, sino por vivir con ideales que reflejan disposición, humildad y confianza plena en Quien los ha llamado.
En algún momento, un héroe descubre que al Señor le hace feliz redactar sus hazañas con la tinta desechada de la humanidad.
Por: Luis Cesar Caballero

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