¿Qué tienes en casa?
¡Ah, Señor mi Dios! Tú, con tu gran fuerza y tu brazo poderoso, has hecho los cielos y la tierra. Para ti no hay nada imposible.
Muestras tu fiel amor a multitud de generaciones, pero también castigas a los hijos por la iniquidad de sus antepasados. ¡Oh Dios grande y fuerte, tu nombre es el Señor Todopoderoso! Jeremías 32:17-18
Apremiada por las circunstancias, aquella pobre viuda se hallaba al borde mismo de la desesperación. El acreedor no dejaba de presionarla, exigiéndole que saldara la deuda pendiente, o que en su lugar entregara a sus dos hijos para que fueran sus siervos.
Creo, como madre que soy, que la segunda opción quedó inmediatamente descartada. Lo más probable es que aquella pobre mujer únicamente pensara en la forma en que podría obtener los recursos para pagar la deuda que su difunto esposo había dejado, garantizando así la libertad de sus hijos.
La providencia de Dios siempre acompaña a sus hijos fieles y, en esta ocasión, se manifestó de una forma espectacular. El profeta Elíseo, un poco de aceite y muchas vasijas, fueron los medios utilizados por Dios para eliminar la angustia de aquella viuda (2 Rey. 4:1-7).
Dios permite que ocurran milagros extraordinarios y asombrosos, como fue aquel caso, no mediante un acto de magia, sino que lo logra a través de la unión de la fe del creyente con el gran poder divino. Aquella mujer tenía fe en Dios y creyó que su voluntad quedaba expresada en las indicaciones del profeta, por eso las siguió sin titubear.
Tal vez le has pedido a Dios algo que a todas luces parece un imposible. Si ese ha sido el caso deberías recordar que para que se haga realidad, Dios probablemente utilizará tus recursos, aunque parezcan pocos e insignificantes. Así pensó la mujer de nuestro relato, cuando habló con el profeta: “Su servidora no tiene nada en casa – le respondió-, excepto un poco de aceite” (2 Rey. 4:2).
Un poco de aceite y la fe inquebrantable de una madre angustiada conmovieron el corazón de Dios.
Mujer, ¿estás a la espera de un milagro? Pues no te canses de implorar, no permitas que tu fe flaquee. Ten confianza y ánimo y en algún momento, en el tiempo de Dios, su mano se moverá para actuar en tu favor y el milagro esperado obrará para coronar tu fe.
LECTURAS DEVOCIONALES PARA LA MUJER
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