domingo, 26 de enero de 2014

Esaú

Isaac quería más a Esaú, porque le gustaba comer de lo que él cazaba; pero Rebeca quería más a Jacob. Génesis 25:28.

Cuando pienso en Esaú, pienso en un plato de lentejas. En mi caso, no vendería ni un lápiz usado por lentejas. Mi esposa tampoco, porque le son indigestas.

Esaú es el que rompe los moldes de su tranquilo y pacífico padre.

Le gusta el campo. Caza. Se anima a ir más allá de los límites del campamento.

Es temerario y valiente. Su padre lo ama.

Este perfil, tan diferente del de su hermano gemelo, lo hace centrarse en las cosas terrenales, presentes, inmediatas. No tiene tiempo ni ánimo para pensar en cosas que vayan más allá de su apetito presente, de su premio perdido en aquel instante, de su inmediatez.

Si Esaú no hubiera estado tan cansado, con tanto hambre, no hubiera vendido su primogenitura por tan poco. Habría negociado mejor.

Las cosas divinas están mucho más allá de un plato de lentejas que te sacien el hambre del momento. Para disfrutarlas, necesitas dedicar tiempo para pensar en ellas. Poder pensar y tener tiempo son dos elementos que no aparecen entre las características más sobresalientes de Esaú, ni de la posmoderna sociedad de hoy. Solemos correr por las calles de esta vida intentando cazar nuestra próxima presa, y vendiendo, por platos de lentejas lo realmente importante.

Las lentejas del sexo fácil sacian tu hambre de placer inmediato. No necesitas compromiso, no necesitas estar casado. Solo necesitas un poco de satisfacción.

Las lentejas de la mentira sacian tu hambre de poder. No importa quién caiga en el proceso de tu ascensión. Y, a veces, el cargo vale tan poco.

Las lentejas de la jactancia sacian tu hambre de popularidad. No importa si es verdad, importa que a “ellos” les guste.

Tal como Esaú, somos profanos, por más que estamos rodeados de situaciones que nos ayudarían a no serlo. El campamento de Isaac era una proyección del que había gobernado su padre durante más de un siglo: cultos, sacrificios, ceremonias… la presencia de la religión (de la iglesia) en todo momento.

Pero no tenemos tiempo para eso. Cumplimos con los compromisos religiosos mirando el reloj y pensando en la próxima caza. Escuchamos el sermón pensando en la salida de esa noche. La religión de formas no salva a nadie.

Esaú vende su primogenitura porque no le interesa; porque quiere algo, y lo quiere aquí y ahora. ¿Qué estás vendiendo por lentejas? Recuerda: pueden ser indigestas.

 DEVOCIÓN MATUTINA JÓVENES 2014

365 vidas

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