lunes, 27 de enero de 2014

Reflexión

Acepto con gratitud cada bendición de la gracia de Dios. Al saber que la gracia de Dios me apoya todo el tiempo, estoy alerta a las oportunidades que enriquecen mi vida. No sólo reconozco el bien, sino que lo atraigo. Al aceptar todo lo que me bendice y al bendecir a los demás, no fijo límites a mis capacidades. Tengo el valor de hacer lo que puede haber parecido imposible en el pasado. Al actuar y hablar partiendo de la inspiración del Espíritu, hago lo mejor que puedo. Acepto la gracia de Dios y ofrezco confianza en mi trato con otros. Demuestro consideración y compasión y reconozco con agradecimiento estas mismas cualidades en los demás. Gracias a la oración, estoy inmerso en la comprensión divina. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, … abundéis para toda buena obra. — 2 Corintios 9:8

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