domingo, 9 de marzo de 2014

Dios puede sorprenderte

“Clama a mi, y te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”.         

Jeremías 33:3.

Una mamá quería entregar a su bebé en adopción, pues no podía criarlo dadas las circunstancias difíciles que estaba pasando. Ella oraba para que Dios encontrara la familia adecuada, ya que no quería que a su hijito lo criara alguien que no amara a Dios.

Por otro lado, después de doce años de matrimonio, mi esposo y yo sentíamos la necesidad de tener un hijo. Hicimos varios tratamientos que no tuvieron éxito. Intentamos ser padres adoptantes, pero encontramos demasiados obstáculos. Orábamos, clamábamos, llorábamos, pero no había respuesta. Un día le dijimos a Dios: “No hablaremos más de este tema, lo dejamos en tus manos. No entendemos tus planes, pero confiamos en ti y aceptamos tu voluntad”.

Tres meses después, un viernes a la puesta del sol, una amiga llamó por teléfono y me preguntó si estaríamos dispuestos a recibir a un bebé en adopción. ¿Imaginan cómo comenzó a palpitar nuestro corazón? Era el bebé de esa mamá que había pedido a Dios padres cristianos para su hijo.

Cuando conocimos a esa mamá, inmediatamente supimos que Dios estaba guiando todo. En esos momentos, me vino a la mente la historia de Ana y Samuel. Me di cuenta de que Dios había hecho de nosotras dos Anas.

Yo, que oraba por un hijo, y esa madre, que estuvo dispuesta a entregar a su hijo para que Dios hiciera de él una bendición.

Muchas veces había escuchado la historia de Ana. Había querido entenderla, hacer propia su experiencia, pero nunca imaginé que Dios me bendeciría con algo tan maravilloso.

Hoy Ezequiel ya cumplió su primer año. Ha cambiado nuestras vidas.

Nuestros ojos no paran de brillar. Nos gozamos en el Señor todos los días.

Amamos a nuestro hijito del corazón y deseamos prepararlo para su encuentro con Jesús. Seguramente también lo eligió a él para una misión especial.

Querida amiga, Dios hace milagros extraordinarios en la vida de sus hijas fieles. Quizá no como los imaginamos, pero nos sorprende con otros mucho más sublimes. No dudemos del inmenso amor de Dios. Depositemos nuestra alma en sus amorosas manos y él hará en nosotras y mediante nosotras, cosas inigualables.

Nivia Altamirano de Barreiro , Argentina

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