viernes, 14 de marzo de 2014

¿Dónde están tus hijos?

“He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre”. Salmo 127:3.

Me gusta leer la historia de Ana, pues ella pidió un hijo para dedicarlo al Señor, no “para ser feliz”. En su oración dijo: “[...] Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí [...] sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida [...]” (1 Sam. 1:11).

El Señor me ha bendecido con dos hijos: Josué de ocho años y Caleb de tres. Por amor a ellos no desempeño mi labor docente, porque soy consciente de que durante los primeros años de vida debo trabajar por ellos, sembrando el amor de Dios en sus corazones. Quiero que ellos entiendan que Dios nos creó con el propósito de amarlo y servirlo. Me emociono y siento gozo cuando veo a mi hijo Josué participar en las capacitaciones que realizo en las iglesias. Sueño un día con verlos a ambos redimidos por la eternidad.

Elena de White, en su libro Conducción del niño, dice que el Señor nos pedirá cuenta por los hijos que nos dio: “Entonces preguntará el Señor: ‘¿Dónde están los hijos que te di para que los prepararas para mí? ¿Por qué no están a mi diestra?’” (p. 531).

Nuestros hijos son del Señor. Eso exige que nos dediquemos a la formación de su carácter con empeño, tiempo, preparación y oración. Dios nos los ha confiado a fin de que los eduquemos para el cielo.

Nuestra labor de madre es maravillosa. El espíritu de profecía lo expresa así: “La madre no tiene, a semejanza del artista, alguna hermosa figura que pintar en un lienzo, ni como el escultor, que cincelarla en mármol. Tampoco tiene, como el escritor, algún pensamiento noble que expresar en poderosas palabras, ni que manifestar, como el músico, algún hermoso sentimiento en melodías. Su tarea es desarrollar con la ayuda de Dios la imagen divina en un alma humana” (El hogar adventista, pp. 211, 212).

Te invito para que esta mañana, igual que Ana, hagamos un pacto con el Señor de dedicar más tiempo a preparar a nuestros hijos para él. Y cuando el Señor nos pregunte ¿Dónde están los hijos que te di para que los prepararas p ara mí? podamos responder como el profeta Isaías: “He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová [...]” (Isa. 18:8).

Carmela Fernández de Huacal, Perú

DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014

DE MUJER A MUJER

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