lunes, 17 de marzo de 2014

Furá


Si temes atacar, baja primero al campamento, con tu criado Furá, y escucha lo que digan. Después de eso cobrarás valor para atacar el campamento.
Jueces 7:10, 11.

Nos encanta sentir que Dios está haciendo un milagro con nosotros, en nosotros y por nosotros. Pero a veces nos toca -solamente- ser testigos de los milagros, y no nos sentimos tan importantes o tan impresionados. Da la sensación de que si el milagro es “nuestro” (quiero decir, con, en o por nosotros) tiene más valor que si es con, en o por otro. Al igual que las tragedias, cuanto más cerca, más terrible.

Furá no era el centro de la historia; él era el ayudante de Gedeón. El milagro no era para él, apenas tenía que acompañar, quizá ver, quizás oír. Pero la orden de Dios a Gedeón fue clara: “Ve con tu criado Furá”. Él tenía que ser testigo de lo que iba a ocurrir. Gedeón obedeció.

Las palabras que el líder del pueblo de Israel escuchó fueron las mismas que escuchó su criado. La Biblia cuenta la reacción que tuvo Gedeón, no dice nada sobre lo que sintió Furá. El milagro no era para él.

Furá podría haberse quedado en el campamento. Podría haberle dicho a su jefe que a esa hora no tenía por qué acompañarlo; que si iba le tenía que pagar horas extras; que el problema con los madianitas y sus amigos era de Gedeón, no suyo; que tenía sueño; que tenía miedo… que el milagro no era para él. No, no fue así. El casi anónimo criado de Gedeón acompañó a su jefe hasta las afueras del campamento enemigo.

Gedeón volvió al campamento seguro de que Dios les había entregado a los incontables enemigos. Se había terminado el problema madianita. Eran libres. Si alguien llegase a dudar de las palabras de este “aventurero”, estaba Furá pronto para testificar de lo que había visto y oído.

Puede ser que el milagro no sea tuyo, que sea para tu amigo, tu pariente, tu hermano, tu vecino o tu “no tan amigo”… pero continúa siendo milagro que Dios regala para liberar a alguien de algún tipo de esclavitud. Alégrate, y testifica del milagro del otro; al final, te puede liberar a ti, también.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor

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