domingo, 2 de marzo de 2014

Reflexión: Dios me dio otro esposo

“A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. Romanos 8:28.

Nací y me crié en el campo de la provincia de Santa Fe, República Argentina, donde mis padres ordeñaban las vacas para vender la leche.

Era una vida muy sacrificada, pero feliz, porque estábamos todos juntos.

A los quince años fui a estudiar a la ciudad, donde me recibí de Maestra Normal Nacional. En esa época, este parecía un gran título y quizá lo fuera, porque me permitió empezar a trabajar enseguida en las escuelas de las poblaciones cercanas.

Fui maestra de vocación. Me casé y tuvimos dos hijos varones. Mi esposo era mecánico tornero, y al venir a visitar a su hermano en Trelew, Chubut, vislumbró una mejor posibilidad de trabajo para nosotros. Decidimos venirnos al sur, aunque no fue fácil adaptarnos a un lugar tan diferente de nuestra Santa Fe. Aquí seguí trabajando como maestra en una escuela de jornada completa, adonde llevaba a mis hijos.

Pero un día, cuando nuestros hijos eran adolescentes, mi esposo tomó una decisión sorpresiva y nos dejó. Yo creí que la vida se terminaba para mí.

Sufrí intensamente con ese abandono. Para entonces, yo ya era directora de una escuela primaria y nos visitaban sacerdotes de la Iglesia Católica, adonde concurría, pero ninguno logró darme las palabras de ánimo que yo necesitaba en esos años de desesperación.

¡Qué Grande es mi Dios! ¡Él ya tenía un plan para mí! Una de las porteras de la escuela hizo un trabajo muy fino conmigo. Ella era adventista, y cuando veía que yo estaba sola en la oficina de Dirección, me llevaba material cuya lectura me traía paz y esperanza. Yo no conocía esas verdades; ni sabía lo que quería decir “adventista”, pero el Altísimo tenía una misión para mí.

El Todopoderoso nunca más me presentó a un hombre como esposo.

Hace más de veinte años que me bauticé y trabajo p ara Cristo. ¡Hay tanto para hacer por el bien de nuestro prójimo! Soy muy feliz ayudando a quien lo necesita. Dios permitió que se fuera mi esposo carnal, que me era infiel, y me trajo a Jesús como esposo, amigo, guía fiel y Salvador. Doy gracias a Dios porque sigue operando para que yo pueda compartir su amor y testificar de las obras maravillosas que él hace en favor de sus hijos cuando le entregan su vida.

Selky Gagliano, Argentina

DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014

DE MUJER A MUJER

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