Grande es tu misericordia
“Bendito sea Dios, que no echó de sí mi oración, ni de m í su misericordia”. Salmo 66:20.
Parecía que mis esperanzas se evaporaban.
Cuando terminé mis estudios secundarios me di cuenta de que continuar estudios superiores era muy costoso y mi familia no tenía posibilidades de asumir esa inversión. Con el paso de los días, mi sueño de estudiar en una universidad adventista se hizo más grande que las limitaciones que se presentaban en mi camino. Mis padres trabajaban con denuedo, decididos a darnos lo mejor a mis hermanos y a mí. Habíamos asistido a buenos colegios adventistas, pero ir a la universidad era palabra mayor.
Una tarde, cargada de sueños e ilusiones, caí de rodillas. Cuando me puse en pie, sin dudar más, hice mis valijas, decidida a depender de Dios, aunque aún no estaba segura hacia donde iría exactamente.
Al final del día, cuando mis padres llegaron, se encontraron con una maleta llena y una hija que estaba decidida a emprender un largo viaje.
¡Qué sorpresa! Días después, me encontré con una amiga que estudiaba en la Universidad Peruana Unión (UPeU), y me habló de la educación adventista y de la bendición que significa para la vida de una joven. Esa fue la respuesta a mi oración.
Mis padres, con expectativa y cierto temor, me apoyaron, convencidos de que la UPeU era el mejor lugar para una hija de Dios. Pidiendo la dirección del Señor, me acompañaron a hacer los trámites necesarios para salir del país. Cuando reuní todos los requisitos para ingresar en la universidad, viajé al Perú donde se encuentra la Universidad. Mi corazón latía fuertemente porque mi sueño empezaba a hacerse realidad.
Me inscribí en la carrera de Psicología. Cada año Dios proveyó los medios para estudiar. A veces parecía que no podría continuar, pero una y otras puertas se abrían y llegaba la salida para las dificultades económicas.
Esta aventura de fe no quedó allí. Cuando finalicé mi carrera, Dios me tenía preparado un compañero, con quien formé una familia feliz que sirve a Dios y a la Iglesia. Hace unos meses recibí el mejor regalo del Cielo: mi hijo Matías, una razón más para agradecer y alabar al Creador, porque infinitas son sus misericordias cada mañana.
Sandra V. Revelo Aulestia de Quinteros, Perú
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014
DE MUJER A MUJER
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