Un testimonio de cien años
“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. A sí que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. Gálatas 6:9, 10.
“Mamá Julia”, como llamábamos a mi abuelita materna, nació a comienzos del siglo XX. Soy muy afortunada de ser su nieta.
Creo que de haber tenido la oportunidad, ella habría sido una excelente médica.
Siempre tenía el medicamento apropiado para nuestras enfermedades. Era muy inteligente, activa y fiel a sus creencias. De mente lúcida y claro juicio, se acostaba y levantaba con el sol.
“Hay que comer poco para mantenerse sano”, decía; y le dio resultado.
Cuando cumplió 100 años, la familia organizó una fiesta. Los hijos, nietos, bisnietos y muchos familiares nos dimos cita para la celebración. Un día antes tuvimos una reunión de Acción de Gracias en la iglesia de la ciudad.
Vestida de blanco, se veía radiante luciendo sus cien años. El sermón fue emotivo, cantamos con alegría y dimos testimonios de gratitud. Las palabras más tiernas fueron las de sus sobrinas, que le agradecieron por haberlas criado como su verdadera madre cuando quedaron huérfanas.
Dios siempre nos sorprende. Aquella vez usó a un diácono, amigo de la familia, quien se acercó a ella y le dijo: “Solo una cosa le falta abuelita: que se bautice”. La respuesta de mamá julia nos dejó sorprendidos: “Sí, me voy a bautizar”. Nos abrazamos y lloramos de alegría. Estábamos conmovidos.
El Señor la llamó a los cien años y ella lo aceptó con fe y genuina sinceridad.
“Estoy feliz por haberme bautizado -dijo-, y quiero dar testimonio a mis hijos, nietos, bisnietos y a toda mi familia. Los invito a que dejen los caminos ajenos y vengan a los pies de Jesús”. ¡Qué gozo! A los cien años empezó a testificar.
El Señor nos llama a su tiempo, cualquiera sea nuestra edad. No nos cansemos de orar por la familia, aunque a veces parezcan casos difíciles, porque todo es posible para Dios.
Después de su bautismo, regresé a mi hogar y nunca más volví a ver a mi abuelita. Poco después ella durmió en los brazos del Señor. Espero ansiosa la venida de Jesús, porque la veré de nuevo, la abrazaré y estaré con mamá julia para siempre.
Ana Luz Barrientos, Estados Unidos
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014
DE MUJER A MUJER
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