sábado, 21 de junio de 2014

Más allá de la ciencia

“Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo”. Isaías 9:6, NVI.

Mi esposo y yo somos personas saludables, y no podíamos ni siquiera imaginar que algún problema físico obstaculizara nuestro anhelo de tener hijos. Después de varias decepciones decidimos buscar ayuda profesional. Los estudios clínicos indicaron que para resolver mi problema uterino había dos opciones: una pequeña cirugía con riesgo de que no diera resultado o renunciar a tener niños. Aceptamos la primera opción.

El médico nos explicó que utilizaría una técnica nueva, moderna e instrumentos especiales de última generación. Yo debía observar ciertos cuidados postoperatorios y quedaría imposibilitada de concebir durante un lapso de ocho meses.

Un día, cuando pasábamos frente a un centro médico, le sugerí a mi esposo que entráramos para hacerme un análisis de sangre. Habían pasado solo dos meses de la cirugía, pero seguía ansiosa. Mi esposo me dijo que no me ilusionara, recordándome las palabras del médico y los chascos anteriores. Insistí y entramos. La sala de espera estaba llena de gente. Yo sentía que todos me miraban y podían escuchar los acelerados latidos de mi corazón. Cumplido el tiempo de espera, mi esposo fue directamente al laboratorio y pidió hablar con el encargado. Yo quedé sola, conteniendo la respiración. De pronto, mi esposo me llamó y empezó a gritar ¡positivo, positivo! Salimos rápidamente de allí para alejarnos de las miradas y sonrisas de los demás. Ya en la calle nos miramos y empezamos a llorar y reír al mismo tiempo. Luego de agradecer a Dios, llamamos al médico para pedirle algunas explicaciones, pero él solo atinaba a reír y decir: “¡No puede ser, es imposible!”. En su consultorio nos comentó que había hablado con sus colegas y con el catedrático que le había enseñado la técnica, contándole lo que había sucedido conmigo, y la respuesta fue: “Dígale a su paciente que ella no debería estar embarazada. Es imposible, no puede ser. La ciencia no tiene explicación para esto”.

Nosotros sí teníamos la explicación: mi pequeño Josué es un milagro del Señor, mucho más poderoso, por cierto, que las más modernas metodologías científicas y tecnológicas.

Sandra R. Gómez Darmont, Chile

DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014

DE MUJER A MUJER



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