Mi hija regresó al Señor
“Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”. Malaquías 4:6.
Mi hija mayor se levantó con cara de preocupación. Entonces tenía nueve años. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que “no tenía nada”. Como madre, yo sabía que algo la preocupaba, así que esperé el momento oportuno para volver sobre la misma pregunta.
Llegó la noche y, como acostumbraba a la hora de ir a la cama, fui a la habitación de cada uno de mis hijos para charlar un poco, darles un abrazo, un beso y orar a solas con cada uno. Cuando me acerqué a la cama de mi pequeña, con carita preocupada me dijo, sin que se lo preguntara: “Mami, sabes que anoche soñé que estaba afuera sola, era de noche y había una tormenta terrible. No veía nada y tenía mucho miedo, empecé a llamarte. Me contestabas pero no te podía ver. Entonces grité:
‘¿Mamá dónde estás?’ Tú me dijiste: ‘Estoy aquí hijita’ y me tomaste de la mano. Entonces yo me tomé muy fuerte de tu brazo y me dijiste que aunque yo no te pudiera ver tú estabas ahí, que no tuviera miedo y que te siguiera”.
Queriendo darle una lección acerca del amor de Dios, le dije: “Hijita, así como mamá nunca te va a dejar, tampoco el Señor te dejará. Mamá siempre va a estar para ayudarte, acompañarte y guiarte, pero a veces se puede equivocar y dejarte solita por causa del trabajo, pero el Señor siempre estará a tu lado”. Oramos juntas y la dejé dormir. Pasaron los años y mi niña se convirtió en una mujer. En un momento oscuro de su vida, sus decisiones la alejaron de su familia, sus amigos y de Dios. Se sintió muy sola. Pensando en ella recordé el sueño y lo que yo le había dicho aquella noche. La busqué, la acompañe, oré por ella, le recordé que el Señor está siempre a su lado, interesado en ayudarla. Estuve junto a ella hasta que la noche y la tormenta pasaron.
Mi hija retornó a su familia y a su Señor. Esos momentos fueron duros para ella y muy dolorosos para mí, pero yo confiaba en la promesa: “Volverá el corazón de los hijos hacia los padres”. El Señor no olvida lo que promete. ¡Cuánto dolor siente el Padre cuando tomamos nuestros propios caminos! ¡Con cuánto amor y paciencia sale a buscarnos!
Rosario Perdomo de Larrosa, Uruguay
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014
DE MUJER A MUJER
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