viernes, 11 de julio de 2014

Vencer todo obstáculo

“Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” Hebreos 12:1, 2.

Parte de mi adolescencia la pasé entre pistas de carreras, estadios, campeonatos y competencias. Comencé en olimpíadas interescolares y terminé en eventos internacionales. Con el tiempo, tuve que elegir entre ser una deportista de fama o una desconocida misionera del Señor. Había conocido tan de cerca a Jesús que me enamoré de él y no quise dejarlo. Opté por abandonar el deporte y, años más tarde me convertí en la esposa de un misionero cristiano. Así, juntos, comenzamos otra carrera: la de servir a nuestro Dios.

Levantarme de madrugada, ponerme un buzo y salir a entrenar era una de las cosas que más me gustaba hacer. Sentir el fresco de la mañana, la brisa del mar que llegaba hasta mi casa, muy cerca  de la playa y disfrutar de la naturaleza era realmente amanecer feliz para disfrutar el día. Ser deportista era otra cosa: trabajo arduo y exigencias, renuncias y sacrificios, retos e incomprensiones, presiones, gritos y traiciones. Como adolescente, iba a la playa, corría en la arena, subía montañas y dunas, caminaba entre el pedregullo, el pasto y disfrutaba del agua. Como deportista vivía más en el estadio que en cualquier otro lugar. Uno de mis entrenadores, de origen alemán, fue muy exigente. Me hizo triunfar, gané muchos premios, trofeos y medallas, pero llegar hasta allí tuvo un alto precio.

Querida amiga, la vida sobre esta tierra es como una carrera, la carrera de nuestra propia vida, que nos lleva a ganar o perder la vida eterna y la patria celestial. Esta pista de carrera nos exige saltar obstáculos para no dejarnos vencer por los impedimentos que nos obligan a frenar, llorar y hasta sufrir. Entrenar debe ser una constante para enfrentar las desgracias, tragedias y crisis. Formar buenos hábitos debe ser una prioridad. No obstante, jamás podremos lograr esto solas. Nuestro entrenador quiere mostrarnos el camino y darnos las indicaciones para lograr la victoria. La meta es la Tierra Nueva y el mayor trofeo será la corona llena de estrellas que Cristo colocará sobre nuestra sien cuando regrese.

María del Pilar Calle de Hengen, Uruguay

DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014

DE MUJER A MUJER

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