viernes, 18 de marzo de 2016

El Odio


Bíblicamente hablando, hay aspectos positivos y negativos al odio. Es aceptable odiar aquellas cosas que Dios odia; de hecho, esto es una prueba de una posición recta delante de Dios. "Los que amáis a Jehová, aborreced el mal" (Salmo 97:10a). De hecho, cuanto más cercano es nuestro caminar con el Señor y más tenemos comunión con él, más estaremos conscientes del pecado, tanto dentro como fuera. ¿No lloramos y encendemos con enojo cuando el nombre de Dios es calumniado, cuando vemos hipocresía espiritual, cuando vemos incredulidad descarada y comportamiento impío? Cuanto más entendemos los atributos y amamos más el carácter de Dios, más seremos como él y más odiaremos aquellas cosas que son contrarias a su palabra y naturaleza.

El Señor menciona el odio en el sermón del monte: "Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio" (Mateo 5:22). El Señor no sólo manda que seamos reconciliados con nuestro hermano antes de ir ante el Señor, sino también que lo hagamos rápidamente (Mateo 5:23-26). El acto del asesinato mismo fue ciertamente condenado, pero el odio es un pecado del “corazón”; y todo acto o pensamiento de odio es un acto de asesinato en los ojos de Dios por el cual la justicia será demandada, posiblemente no en esta vida sino en el juicio final. Tan atroz es la posición del odio ante Dios, que un hombre que odia se dice estar caminando en la oscuridad, en contraposición a la luz (1ª Juan 2:9, 11). La peor situación es la de un hombre que sigue profesando la religión pero permanece en enemistad con su hermano. Las Escrituras declaran que tal persona es un mentiroso (1ª Juan 4:20). Puede engañar a los hombres, pero no a Dios. ¿Cuántos creyentes viven durante años fingiendo que todo está bien, sólo para ser hallado defectuoso porque ellos han guardado enemistad (odio) contra un compañero creyente?

El odio es un veneno que nos destruye desde adentro, produciendo amargura que corroe en nuestros corazones y mentes. Por esta razón las Escrituras nos dicen no permitir que brote una “raíz de amargura" en nuestros corazones (Hebreos 12:15). El odio también destruye el testimonio personal de un cristiano porque le quita la comunión con el Señor y otros creyentes. Seamos cuidadosos de hacer lo que el Señor aconsejó y mantener cuentas claras con todos acerca de todo, no importa cuán pequeño pueda ser, y el Señor será fiel a perdonar, como él ha prometido (1ª Juan 1:9; 2:1).

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