jueves, 12 de septiembre de 2013

Espera Hasta que Dios te Hable

A ti clamo, oh Dios, porque tú me respondes; inclina a mí tu oído, y escucha mi oración. Salmo 17: 6
Somos muchas las mujeres que desearíamos experimentar de una forma más palpable la presencia de Dios con nosotras. Quizás nos gustaría que se manifestara mediante alguna señal extraordinaria, como lo hizo ante Gedeón cuando pidió que fuera visible la voluntad divina en un vellón de lana (Jue. 6: 36-38). Tal vez nos gustaría escuchar la voz del Señor que nos llama, como en el caso del pequeño Samuel. No obstante, aunque tenemos la seguridad de que Dios está con nosotras, posiblemente nunca tendremos una experiencia similar.
Gozar de la presencia divina es privilegio de toda hija de Dios. Disfrutar su compañía y recibir sus consejos es posible para las mujeres a las que nos ha tocado vivir en esta época. El Señor se nos manifiesta por medio de su Palabra. Cuando sostienes en tu mano el sagrado libro y lees, puedes escuchar la voz de Dios y conocer su voluntad. Cada vez que leas la Biblia, hazlo con devoción y quedase a la espera; alguna palabra o frase repercutirá en tu mente y entonces escucharás a Dios hablar a tu corazón.
La oración es el medio por excelencia, provisto por nuestro Padre celestial, para atender la voz y el clamor de sus hijos. Él nos dice: «Clama a mi y te responderé, y te daré a conocer cosas grandes y ocultas que tú no sabes» (Jer. 33: 3). Cuando Dios nos responde en medio de una oración, nuestra mente puede quedar impresionada y recibir claridad para saber cómo hacer frente a una situación que nos preocupa.
Los sonidos y las imágenes de la naturaleza son otra forma extraordinaria para sentir la presencia de Dios. El canto de las aves, el susurró del viento entre los árboles, el sonido del agua del arrollo, son susurros de la voz de Dios que habla a nuestra mente ya nuestro corazón. Podemos oírlo decir: «Yo soy el que más te cuida, y también a tu familia. No tengas temor frente a las vicisitudes de la vida. Ten confianza, yo estoy contigo».
Recuerda, querida hermana, la Palabra de Dios, la oración y la naturaleza, son la provisión divina para que vivas en constante comunicación con él.

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