domingo, 26 de enero de 2014

¡Gozo en la Tempestad!

“Con todo, yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi Salvación”. Habacuc 3:18.

Sí, esta es una oración de fe y seguridad. Han pasado ya algunos meses desde que recibí la noticia de un nuevo llamado, que, en definitiva, ha cambiado mi vida. Me comunicaron que sería capellana de la Clínica Good Hope, en Lima, República del Perú, nuestra clínica adventista.

Lo primero que sentí fue temor, por el gran desafío y responsabilidad que Dios ponía en mis manos. En mi primer día de trabajo, en la clínica, me luxé el pie izquierdo. ¡Fue increíble! Mi primer día, y ya estaba accidentada.

Sin embargo, en medio de esta prueba, Dios tenía una gran enseñanza para mí, porque, gracias a este accidente, ahora puedo entender el temor y el dolor por el que atraviesa un paciente, y cuando estoy con uno de ellos siento la suficiente ternura y paciencia como la que tuvieron conmigo. En estos meses, he visto mucha tristeza en todas sus formas, y a veces he llorado por no saber cómo ayudar más. Por otra parte, también me he gozado al ver grandes y maravillosos milagros de vida a través de Jesús. Hay situaciones en la que nadie tiene una respuesta; solamente Dios. Una tarde, la ejecutiva encargada de hospitalización me llamó para que me hiciera cargo de  una paciente. Su caso era muy triste; hasta ese momento, el más difícil que me había tocado. Ella era una madre primeriza que daría a luz a un bebé, el cual venía al mundo con una malformación que no le daría la oportunidad de vivir, y esta madre lo sabía. La recibí al entrar en la sala de operaciones.

Cada día que pasaba, la visitaba para hablarle de Dios y de su inmenso amor. Le hablaba de las oportunidades que él nos da a cada uno en particular y oraba para que no me rechazara. Gracias a Dios, no lo hizo, porque encontró solo en el Señor esa paz que ella necesitaba. Pude ver, en los días subsiguientes, el milagro que Dios hizo en su vida, aprendiendo a soportar el dolor con esperanza. El día de la despedida, se retiró de la clínica con una sonrisa y, finalmente, me dijo que aceptaba la voluntad de Dios y sabía que le daría las fuerzas y otra oportunidad. Sí, ella encontró gozo y paz en medio de la tempestad. Querida hermana, tú y yo tenemos lo que ella no conocía: la Palabra de Dios y sus preciosas promesas. Aférrate y cree en ellas, y encontrarás paz y gozo en medio de la tempestad que puedas estar viviendo. Con esa seguridad, sigamos avanzando hasta que el Señor regrese.

Inés Zárate, Perú

 

DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014

DE MUJER A MUJER

Recopilado por: Pilar Calle de Henger

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