domingo, 9 de marzo de 2014

Otoniel

El país tuvo paz durante cuarenta años, hasta que murió Otoniel hijo de Quenaz. Jueces 3:11.

La presencia de un hombre de Dios puede cambiar las circunstancias de vida de un pueblo. La oración de un justo es suficiente para cambiar el rumbo de una historia. No importa la situación, un hombre con Dios es mayoría; un hombre con Dios es un poder imposible de dominar para el enemigo.

El pueblo de Israel se desvió de los caminos del Señor, yendo detrás de dioses ajenos. Ocho años el pueblo sufrió la opresión del rey de la Mesopotamia.

Ocho años el pueblo de Dios fue humillado por un pueblo sin Dios. ¿Cuánto tiempo debes sufrir en las manos de tus enemigos, para darte cuenta de que estás lejos de Dios?

La ilusión de poder y de placer puede durar un par de horas, de días, de años… ocho años; pero llega un momento en el que la esclavitud se siente… y duele.

Más allá de la discusión histórica y teológica que se establece por el origen de Otoniel, su relación con Caleb y los detalles de su biografía, lo cierto es que en la consagración de un hombre estuvo la solución.

Cuando el pueblo buscó a Dios, él hizo surgir al libertador, Otoniel. El sistema siempre es el mismo. El hombre clama, Dios escucha, y responde dando lo que el ser humano -realmente- necesita. Dios podría haberlos liberado de la mano del esclavizador y haberlos dejado “libres”, para continuar caminando de la manera que creyeran más adecuada.

Las probabilidades de volver a caer en los mismos errores, en los mismos pecados, serían enormes. Dios nos ama tanto que nos regala, junto con la salvación, una opción de solución para nuestro problema. Otoniel para el pueblo de Israel; Cristo, para tu vida.

Mientras Otoniel vivió, el pueblo estuvo en paz. Mientras Cristo domine tu vida, mientras él dirija tus pasos, estarás en paz. En ambos casos, los libertadores primero juzgan, ordenan, arreglan la situación interna, para después salir a la batalla.

No puedo vencer al enemigo si primero no dejo que el gran Juez del universo realice su trabajo en mi vida. Cuando el proceso termina, puedo quedar tranquilo, porque la paz será duradera.


365 vidas

Por: Milton Bentancor

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