martes, 14 de octubre de 2014

Él conoce mi corazón

“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”. Mateo 7:7.
Ya había vuelto a Dios y lo había aceptado nuevamente en mi vida. En Semana Santa fui a una iglesia católica a comulgar, pero antes debía confesarme. No lo sentía como una necesidad pues ya me había reencontrado con Dios, sin embargo, así era la costumbre en la iglesia. Cuando el sacerdote me preguntó cuál era mi pecado, le dije que había negado a Dios y ahora había vuelto. Me preguntó: “¿Algo más?”, como si negar a Dios no fuera un pecado suficientemente grave. En mi interior condené esa actitud, pero me sentí reconciliada con Dios, y mi fe estaba fortalecida. Concluí que Dios era verdad, pero esa iglesia no presentaba el camino verdadero hacia él.
Mi alma seguía buscando el camino hacia Dios y sentía que algo me impelía a buscarlo con urgencia. Iba de aquí para allá recorriendo los caminos que el mundo me ofrecía: terapias alternativas, gnosticismo, espiritismo. Agradezco la fidelidad de Dios. Él conocía la sinceridad de mi corazón. Luego de asistir una, dos o tres veces a ese tipo de reuniones, salía con el convencimiento de que ese no era el camino verdadero. También traté de llenar ese vacío con una relación sentimental, y el resultado fue al contrario: más desesperación, vacío y un anhelo de conocer esa verdad que me haría libre y calmaría mi ansiedad.
Cansada de caminar en mis propios caminos, una tarde caí de rodillas en mi cuarto clamando: “Dios, si existe un camino para llegar a ti, muéstramelo, ¡por favor! Estoy cansada, afligida, necesito una salida, indícamela”. Deposité toda mi ansiedad en Dios y esperé confiada. Ya no buscaría según mis propios criterios o los de mi entorno, sino que le di la oportunidad a Dios para que él me mostrara su camino de la manera que entendiera más conveniente. Pocos días después llegó la respuesta a mi oración.
Alabado sea Dios que miró mi corazón y escuchó mi clamor. No me ignoró al estar buscando por caminos errados, sino que vio la necesidad de mi alma y mi deseo sincero de llegar a él. Amiga, si Dios cumplió en mi vida su promesa “pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”, también lo hará contigo, si se lo pides. No lo dudes.

Giselle Iturralde de Vicente,
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014
DE MUJER A MUJER

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