Benditas mudanzas
“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”. Génesis 12:1, 2.
Como matrimonio era nuestra primera mudanza. La nueva ciudad distaba a unos 500 kilómetros al norte de donde estábamos, en Argentina. Yo no estaba muy convencida del traslado, así que mi tristeza muy pronto se tradujo en lágrimas. Habré llorado mucho en el viaje, tanto como para llamarle la atención al guarda del colectivo, quien preguntó por mi salud.
Pasaron un par de años hasta que yo me pude sentir bien en aquella ciudad. El clima, las comidas, los mosquitos, la música y hasta la manera de hablar eran diferentes. La adaptación me costó tiempo y esfuerzo. Esa fue la primera mudanza, después vinieron ocho más.
Ahora puedo decir que cada traslado me resultó una verdadera bendición. Si bien hay muchas cosas que se pierden al cambiar de ciudad también hay que estar preparada para saber ganar muchas otras: amigos, recuerdos, experiencias y crecimiento personal, por citar algunas. En las distintas iglesias donde trabajamos encontré a mi verdadera familia del cielo. Todas ellas fueron algo especial.
Detrás de todos esos felices recuerdos que llenan mi vida hay algo que me sorprende mucho y que deseo compartir contigo. Soy docente. Desde soltera ejercí esta profesión que amo. Y, a pesar de tantos cambios, pude desarrollar mi vocación en numerosas instituciones educativas, la mayoría de ellas del estado. Debo reconocer que no fue fácil, pero extrañamente el Señor tenía preparado para mí, en cada ciudad donde íbamos, un trabajo mejor que el anterior.
En estos momentos disfruto de la jubilación, y quiero dar testimonio de la protección y dirección divinas en cada uno de los años de trabajo. Los cambios y las mudanzas me costaron dolor y lágrimas, pero soy testigo de la constante paciencia y fidelidad del Señor cuando yo me alejaba “de mi tierra y de mi parentela”. Él cumplió su promesa: “Te bendeciré… y serás bendición”, y anhelo verlo pronto para agradecerle personalmente.
Cecilia Mondragón de Hengen, Argentina
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014
DE MUJER A MUJER
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