martes, 1 de abril de 2014

La mujer de Timnat

Pero sus padres le dijeron: “¿Acaso no hay ninguna mujer aceptable entre tus parientes, o en todo nuestro pueblo, que tienes que ir a buscar una esposa entre esos filisteos incircuncisos?” Sansón le respondió a su padre: “¡Pídeme a ésa, que es la que a mí me gusta!” Jueces 14:3.

Cuando pensamos en un casamiento, estamos más preocupados con la elección de la corbata que por la futura esposa; desde el punto de vista femenino, diremos vestido de novia, en vez de corbata. Para la ropa, preguntamos y buscamos consejos con decenas de personas, que nos darán sus opiniones y las escucharemos, las tomaremos en cuenta y actuaremos en consonancia con ellas. Si quien habla es un profesional del área, ni discutimos. Acatamos cualquier comentario como si fuera una orden.

Por el contrario, cuando el asunto es tu compañera(o) para toda la vida, la persona que más influencia tendrá “para bien o para mal” en muchos momentos de tu vida, la persona con quien educarás a tus hijos, la opinión de todos los otros seres humanos “con experiencia en el tema, que te quieren, que se preocupan por ti” no importa nada, si no dicen exactamente lo que quieres escuchar. ¿Cuestiones espirituales? Ni pensar. Lo único que interesa son dos palabras: “Me gusta”.

Sansón exige a sus padres (no les pide, ni tampoco les pregunta) tener a “esa mujer” como esposa. Ellos le intentan explicar que no es correcto, que no es lo mejor, que no corresponde… Pero, nada. Él no acepta esos consejos.

Hubiera sido más fácil convencerlo del color de su corbata.

Como un niño malcriado, Sansón no escucha, no acepta consejos ni entiende razones. Simplemente, quiere a esa mujer y la quiere ahora. Los valores espirituales quedan abandonados, detrás del cuerpo que le gusta.

El enigma que Sansón propone (vers. 12, 13) transforma la alegría de la fiesta que organizó en angustia y tensión, muy poco disimuladas. Los invitados (enemigos mortales del novio) presionan a la esposa para que descubra el misterio. Sansón le dice que no se lo va a declarar, que no se lo dijo ni siquiera a sus padres. Así que… ¿por qué se lo diría a ella? ¡Eso es “confianza” de recién casados! Por su parte, ella lo traiciona y lo engaña en menos de una semana.

Obviamente, lo que empieza mal…

Recuerda: cada una de tus elecciones reflejan tu espiritualidad.

365 vidas

Por: Milton Bentancor

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