La Biblia dice: “El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” Proverbios 28:13 (Reina-Valera 1960).
Encubrir el pecado no es solo ocultarlo delante de la gente, sino, no reconocerlo, ante esto lo que la Biblia nos recomienda son dos cosas: Confesarlo y apartarse. Ósea que no basta solo con decir: “He pecado, perdóname”, sino también es necesario dar muestras de ese arrepentimiento apartándose del pecado.
El mejor ejemplo de esto lo dio nuestro Señor Jesucristo con aquella mujer adultera que todos querían apedrear. Después de que Jesús invitará a lanzar las piedras a aquellos que no tuvieran pecado y estos irse de ese lugar uno por uno, Jesús le dice a la mujer adultera: “Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” Juan 8:10-11 (Reina-Valera 1960). El más claro ejemplo del perdón de Dios y lo que él anhela de nosotros. Aquí vemos dos cosas: 1. Jesús no le condeno, sino que la perdono. 2. El deseo de Jesús era que no pecará más, es decir que ya no practicará ese pecado ni otros.
Cuando Dios nos perdona, su deseo, su anhelo es que ya no volvamos a lo mismo, sino que demostremos un genuino arrepentimiento apartándonos de eso que deshonra a Dios.
La gracia de Dios existe y es hermosa y la disfrutan aquellos que comprenden que su gracia no es una licencia para pecar, sino que es un regalo inmerecido que debe llevarnos a la reflexión y al enderezamiento de nuestros caminos.