Hablemos como Cristo
Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
(Mat. 12:37)
Cuando hagáis la obra que os corresponde sin disputar con los demás ni criticarlos, vuestro trabajo se destacará por la libertad, la luz y el poder que lo acompañarán, para infundir carácter e influencia a las instituciones y empresas que se relacionan con vosotros.
Recordad que nunca estaréis en situación ventajosa cuando os encontréis irritados o cuando os empeñéis en la tarea de enderezar a todos los que os rodean. Si cedéis a la tentación de criticar a los demás, de señalar sus faltas, de demoler lo que ellos hacen, podéis tener la seguridad de que no cumpliréis vuestra parte como conviene ni con nobleza.
Vivimos en una época en que todos los hombres que ocupan puestos de responsabilidad y todos los miembros de la iglesia deben preocuparse de que su obra esté de acuerdo con las enseñanzas de la Palabra de Dios. Velando incansablemente, orando con fervor, y hablando y obrando como Cristo, debemos demostrar al mundo como debe ser la iglesia según el deseo del Señor…
Cristo se humilló hasta el punto de permanecer al frente de la humanidad, de soportar tentaciones y sufrir las aflicciones que los seres humanos tendrían que sobrellevar y resistir. El tiene que saber lo que la humanidad debe arrostrar frente al enemigo caído, para estar en condiciones de socorrer a los que son tentados.
Y Cristo ha sido designado nuestro juez. El Padre no es tal. Tampoco lo son los ángeles. El que llevó la naturaleza humana sobre sí y vivió una vida perfecta en este mundo es quien nos va a juzgar. Sólo él puede ser nuestro juez…Ninguno de vosotros ha sido designado juez de los demás. Lo único que podéis hacer es disciplinaros…
Tenemos un carácter que sostener en alto, pero es el de Cristo…Que el Señor nos ayude para que muramos al yo, y nazcamos de nuevo. Así Cristo podrá morar en nosotros como un principio vivo y activo, como un poder que nos conservará santos. (Special Testimonie, Series B, Nº 4, páginas 19-23)
DEVOCIONAL MI VIDA HOY
Reflexiones para cada día
Elena G. de White
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