«No me ruegues que te deje y me aparte de ti, porque a dondequiera que tú vayas, iré yo, y dondequiera que vivas, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios» (Rut 1:16)
Magnífico relato, excelente y aleccionador el ejemplo de la joven moabita, Rut, que, en una encrucijada de caminos, supo escoger el que le llevaba a Belén con su suegra. Fue así como llegó a ser israelita y adoradora del Dios verdadero y, por providencia divina, pasó de espigadora a esposa de un varón prestigioso, de extranjera a antepasado del rey David y del propio Jesús, el Mesías de Israel. Al contrario que su cuñada, Orfa, que decidió regresar a su país, Rut tomó la decisión correcta; como lo hizo la reina Ester cuando estaba en juego el exterminio de su pueblo; como lo hicieron los discípulos cuando, dejándolo todo siguieron a Jesús; como también lo hizo Pablo en el camino de Damasco.
Nunca es fácil tomar la decisión de dejar la tierra que nos ha visto nacer y llegar a un sitio extraño y hostil. Se quiere valor, fortaleza y confianza en Dios. Fue así como Rut estuvo dispuesta a seguir a su suegra.
Pero hay un Dios en los cielos… cuando nos encontramos en la encrucijada de la decisión, cuando la duda o la perplejidad no nos permiten saber qué es lo que más nos conviene, cuando hemos de decidir carrera o profesión, cuando se nos ofrece un cambio de residencia o responder a un llamamiento, escoger una relación amorosa y formar una familia; cuando Dios llama a la puerta de nuestro corazón y nos invita a un cambio de dirección para seguir sus pasos y tomar su cruz, cuando nuestra lealtad y fidelidad a Dios son puestas a prueba y debemos afrontar una decisión heroica, como José o Daniel en Egipto y Babilonia.
Jamás hemos de olvidar que los caminos del Señor no siempre coinciden con los nuestros, que hay caminos que parecen rectos pero al final son caminos de muerte, que necesitamos encomendarnos a él, dando siempre preferencia a la senda de justicia, de fidelidad, de comunión con Dios y que, entonces, se cumplirán sus promesas: «Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos»; «Entonces tus oídos oirán detrás de ti la palabra que diga: este es el camino, andad por él» y, como a Rut, «Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para siempre» (Salmos 32: 8; Isaías 30:21; Salmos16:11).
Decídete a seguir hoy a Jesús. Que nada te aparte de él.
“Pero hay un Dios en los cielos”
Por: Carlos Puyol Bui
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