Es imposible que una persona pueda lidiar con un problema y resolverlo, si se niega a admitir que este existe. Si no somos honestos con nosotros mismos, admitimos que sentimos ira, buscamos en nuestro interior la causa, y lidiamos con ella; no podremos tener verdadera paz. Aún peor: nos costará mucho más trabajo crecer en santidad y convertirnos en la persona que Dios nos llama a ser.
“Más vale paciencia que valentía y dominarse que conquistar una ciudad.” “Respuesta blanda aplaca la ira, palabra hiriente atiza la cólera. Hombre colérico atiza las pendencias, hombre paciente calma la riña.” (Proverbios 15:1, 18)
“Niégate a discusiones estúpidas y superficiales, sabiendo que acaban en peleas; y uno que sirve al Señor no debe pelearse, sino ser amable con todos…suave para corregir a los contradictores…”
(2 Timoteo 2:23-25)
Estas citas bíblicas no nos están diciendo que tenemos que soportar calladamente todo lo que nos ofenda o dañe y no tomar absolutamente ninguna acción. En definitiva lo que Dios nos pide en su palabra, la Biblia, es que dominemos nuestra ira para que esta no nos domine a nosotros. Tenemos que aprender a expresarla de una manera adecuada y positiva.
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