Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios
(Salmo 103:2).
Jesús ha ido a preparar mansiones para los que están velando y esperando su venida. Allí conocerán a los ángeles puros y a la multitud de los redimidos y se unirán a sus cantos de alabanza y triunfo. Allí el amor del Salvador rodea a su pueblo, y la ciudad de Dios es alumbrada con la luz de su rostro; una ciudad cuyos muros, altos y magníficos, están adornados de toda clase de piedras preciosas, cuyas puertas son perlas, y cuyas calles son de oro puro, como vidrio transparente.
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