La Organización Mundial de la Salud recomienda el consumo de 30 miligramos diarios de VITAMINA E, que pueden consumirse como complemento alimenticio, en cápsulas, pero lo más recomendable es hacerlo a través de los alimentos.
Su principal función es ser un agente antioxidante, se almacena en el tejido adiposo por lo que no se elimina del cuerpo fácilmente. Protege contra la destrucción de la vitamina A, el selenio, los aminoácidos sulfurados y la vitamina C.
Alivia la fatiga, previene y disuelve los coágulos sanguíneos y protege a los pulmones de la contaminación. Proporciona oxígeno al organismo y retarda el envejecimiento celular, por lo que mantiene joven el cuerpo.
También acelera la cicatrización de las quemaduras, ayuda a prevenir los abortos espontáneos y calambres en las piernas. Es vital para el metabolismo del hígado, del tejido muscular y del miocardio; también es esencial en la formación de fibras colágenas y elásticas del tejido conjuntivo.
El consumo de la vitamina E puede ser capaz de retrasar los efectos devastadores en la memoria, producidos por el Alzheimer.
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