“Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. Génesis 15:6.
Las hijas de Rosa me fueron a buscar al merendero, donde llevaban a sus hijitos. Su mamá estaba muy enferma y querían que orara por ella.
Coordiné el día y fui. Cuando entré encontré en un camastro a una mujer cubierta con ropas que hacía tiempo habían dejado de ser de su talla. Me contó que era miembro de otra denominación pero que su enfermedad le había impedido congregarse desde hacía ya mucho tiempo, y agregó: “Mis hijas me dijeron que ustedes enseñan nuevas doctrinas y si hay algo nuevo para saber de la Palabra de Dios yo quiero aprenderlo. Casi no puedo ver y no sé leer, pero si usted me lee la Palabra yo sabré si es del Señor”.
Rosa padecía un cáncer terminal. Le habían practicado una amputación abdominoperianal, es decir, gran parte del intestino más el ano le habían sido amputados.
Nos encontramos por varias semanas hasta que ella quiso saber cuán grave era su enfermedad ya que la morfina inyectable y por vía oral era su compañera cotidiana. Cuando entendió que ya se había hecho todo lo humanamente posible, aceptó mi propuesta de ser ungida. El pastor Ramos me acompañó y cuando le preguntó qué diría ella si el Señor hacía un milagro de sanidad y cómo reaccionaría si el Señor la llamara al descanso, ella respondió: “Hágase la voluntad del Señor. Fui fiel en todo lo que aprendí de su Palabra. Enseñé a mis nueve hijos en la Palabra. Ahora ellos son responsables ante el Señor de mantenerse firmes”.
Tres semanas después sus hijas me llamaron porque agonizaba y el médico no llegaba. Cuando me presenté estaba con mucha excitación pero agonizando. Cuando percibió mi mano y oyó mi voz se tranquilizó. Oré con ella y fui poniendo su mano en las manos de cada uno de sus hijos para que se despidiera. Luego buscó la mía la llevó a su pecho y fue quedando dormida mientras yo le repetía un salmo.
Luego del sepelio, el Pastor Ramos y yo nos quedamos fuera del cementerio para orar y llorar el descanso de una guerrera de la fe sin instrucción, marginada y enferma. Murió con 44 años, que parecían 90. Confío que aquel soldado de la fe estará presente cuando el Señor vuelva por su pueblo porque su vida le será contada por justicia.
Rosario Perdomo de Larrosa, Uruguay
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014
DE MUJER A MUJER
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