"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

domingo, 9 de marzo de 2014

Dios siempre bendice

“El Señor es bueno, es fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían”.       Nahum 1:7.

Vivíamos en Tarapoto, en la selva peruana.

Yo esperaba mi segundo hijo. Se aproximaba el Día de la Madre y reinaba el espíritu festivo. Ese era un día común para mí, pues perdí a mi madre a los catorce años y solo sentía el gran vacío que ella había dejado. A pesar de estar hospitalizada los últimos años, en el tiempo que compartió conmigo me enseñó a dar gracias a Dios en cualquier circunstancia.

Con mi esposo atendíamos un grupo pequeño muy distante, que nos exigía atravesar dos kilómetros de camino peligroso y difícil, pero agradecía a Dios porque los hermanos nos esperaban con alegría para estudiar su Palabra. En ese tiempo, mi hijita asistía al nivel preescolar y su escuela quedaba al otro lado de la ciudad. Era mucho esfuerzo para mí y me sentía muy cansada, pues cursaba mi segundo embarazo.

Pero había algo que me preocupaba más: nuestras provisiones se habían agotado. Cuando se lo comenté a mi esposo, él me contestó: “Dios proveerá.

Él nunca nos desampara”. Así que con nuestras últimas monedas fuimos a la celebración del Día de la Madre en la escuelita de mi hija. Para sorpresa mía, gané la canasta de víveres del aula de Nivel Inicial. ¡Qué feliz sorpresa!

Luego nos dirigimos a la iglesia, pues los jóvenes también habían preparado un programa especial para las madres, y allí también me gané la canasta de víveres que habían preparado. Después, fuimos al programa del grupo pequeño donde también habían llevado una canasta para sortear. ¡También me la gané! ¡Tres canastas llenas de víveres en una sola noche! Dios nos había demostrado su gran amor y me había librado de la preocupación que me causaba la falta de alimento, aunque fuera temporaria.

Volvimos felices y agradecidos. A pesar de mis ocho meses de embarazo, el camino a casa no me pareció largo ni difícil. Mi esposo llevaba dos canastas y yo la tercera, además de asir de la mano a mi pequeña de cuatro años.

Cada tanto descansábamos, pero nuestros corazones alababan al Señor.

Cuando llegamos a casa nos arrodillamos, agradecimos la generosidad de Dios, y buscamos compartir con algún necesitado.

Varenka Elohida Mazanet del Aguila, Perú

DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014

DE MUJER A MUJER

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