"Deléitate en el Señor, y el te concederá los deseos de tu Corazón". Salmo 37:4

lunes, 17 de marzo de 2014

Eduquemos nuestro cerebro

“La necedad está ligada en el corazón del muchacho, mas la vara de la corrección la alejará de él” Proverbios 22:15


Los neurólogos contemporáneos conciben el cerebro como tres computadoras interconectadas, fusionadas en una sola estructura, cada una con su inteligencia particu­lar. El primer cerebro, llamado reptiliano o posterior, se comporta de ma­nera similar al de los reptiles y cumple funciones básicas. Es el responsable de nuestra tendencia a mantener una exis­tencia rígida, obsesiva y casi programada. Es repetitivo, nunca improvisa o in­vestiga nuevas formas de hacer las cosas y no aprende de sus equivocaciones. Este cerebro es totalmente reacio a cambiar de lugar de residencia, de hábitos o de actitudes.

El segundo cerebro, o sistema límbico, es donde procesamos nuestras emocio­nes y las relaciones con los demás. Nos ayuda a evitar el dolor y buscar el placer. Controla los sistemas hormonales, inmunológicos y sexuales del organismo, y la memoria.

El tercer cerebro, o corteza cerebral, se encarga de solucionar problemas, de­sarrollar la memoria y generar creatividad. Tiene dos hemisferios definidos, cada uno con funciones asociadas. Nos permite razonar y establecer relaciones.

Es importante conocer el funcionamiento de nuestro cerebro, sobre todo cuando tenemos que educar a nuestros hijos. Dios los creó perfectos, para que pudieran utilizar todas sus facultades, pero muchas veces nosotras tendemos a estimularles más el predominio del primer cerebro, que tiende a hacerlos testa­rudos y obsesivos, por lo que nuestros hijos adquieren malos hábitos y actitudes que en el futuro serán muy difíciles de cambiar.

También podemos caer en el error de educar demasiado el segundo cerebro, y nuestros hijos se transformarán en personas dominadas por sus emociones, inhabilitadas para tomar buenas decisiones.

Finalmente está nuestra corteza cerebral, la cual Dios nos dio exclusivamente a los seres humanos, que nos permite crecer en sabiduría y gracia para con Dios y los hombres (ver Luc. 2:52).

Que Dios nos ayude a preocuparnos por estimular a nuestros hijos y luchar para que este cerebro domine a los otros dos que están llenos de necedad y obs­tinación, y no al revés.

Noemí Ríos, Chile

Tomado de:
Lecturas devocionales para Damas 2014
“De mujer a mujer”

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