“Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin”. Eclesiastés 3:11.
ninguna obra asignada por Dios a la mujer supera en nobleza a la que nos confió como madres. Nuestra tarea consiste, con la ayuda de Dios, en desarrollar la imagen divina en el alma humana. Es una obra mayúscula. Si sabemos apreciarla, consideraremos de valor inapreciable nuestras oportunidades. La primera tarea es reconocer nuestras debilidades y apoyarnos en la Providencia para transformar nuestras vidas. También necesitamos perfeccionarnos y adquirir virtudes y fuerzas indispensables para el cumplimiento de nuestra labor. Dios puso eternidad en nuestro corazón. Ahora no podemos entender muchas cosas, pero el Señor nos aconseja que no apartemos sus palabras de nuestro corazón ni un solo día de nuestra vida.
Debemos enseñarlas a nuestros hijos y a nuestros nietos. Su promesa es que él completará la obra y será hermosa y perfecta. No tengamos dudas. Que esta promesa nos mantenga unidas al Todopoderoso y le entreguemos cada día nuestra vida y la de nuestros amados.
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