Los ancianos y nobles que vivían en esa ciudad acataron lo que Jezabel había ordenado en sus cartas.
1 Reyes 21:11.
La hipocresía, la mentira y el engaño son cosas que duelen. Y cuando se observan en aquellos que deberían atacar esos males sociales (que lamentablemente podemos encontrarlos entre los cristianos), duelen más.
Los ancianos y los nobles de Jezreel conocían más a Nabot que a la reina; es posible que alguno de ellos fuera vecino, amigo o conocido de Nabot.
El problema es que ellos tenían miedo a Jezabel. Por miedo, actúan de una manera vergonzosa. Por miedo a la reacción de tus amigos; por miedo a la forma en que te tratarán desde ese momento en adelante tus compañeros; por miedo a cómo te mirarán por ser –y actuar– diferente, muchas veces te mimetizas con el ambiente, con la mayoría, con los otros…
Muchas veces, por miedo, actuamos como el camaleón. Si ellos dicen “blanco”, puedo hasta pensar “negro”, pero pronunciaré la palabra “mágica” que me mantendrá en el grupo. El miedo puede más.
Los ancianos y los nobles de Jezreel, y de todas las ciudades de la antigüedad, formaban el grupo más respetado de la población. Organizaron una farsa, mintieron descaradamente, prepararon una traición de la más baja calaña. ¿Cómo habrán podido dormir aquella noche? ¿Qué habrán pensado cuando apoyaron sus cabezas en sus almohadas?
Ellos llamaron a dos sinvergüenzas, a quienes enseñaron las mentiras que debían repetir. Ellos confabularon para asesinar a una persona que era inocente.
En otros aspectos de tu vida, puedes estar actuando igual que los ancianos y que los nobles. Como ellos, puedes estar hipócritamente sentándote en la iglesia. Participas de la Escuela Sabatica, del Culto Joven, de algún conjunto musical o del Club de Conquistadores, y muestras una imagen. Pero a las pocas horas y por determinadas circunstancias, haces como los funcionarios de Jezreel.
Recuerda: “La mayor necesidad del mundo es la de hombres [y mujeres] que no se vendan ni se compren; hombres [y mujeres] que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres [y mujeres] que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres [y mujeres] cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres [y mujeres] que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos” (Elena G. de White, La educación, cap. 7, p. 54).
DEVOCIÓN MATUTINA JÓVENES 2014
365 vidas
Por: Milton Bentancor
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